miércoles, 30 de noviembre de 2011

Días de domingo

El sol rozaba con su calidez habitual de los días de otoño mi rostro. Mirando las formitas de las nubes, sentándome por encima de las piedras, llenándome enterita de musgo y arrastrándome para bajar hasta el suelo de la piedra más alta del campo. Así eran los domingos, todos los días de domingo, un día para pasarlo en familia. Allí hacíamos los deberes para el día siguiente, allí comíamos y jugábamos a todos los juegos que nuestra imaginación podía imaginar. Era así, así pasé casi todos los días de fiesta de mi infancia. 

Antes, nosotros éramos los niños. Llegábamos al campo, sobre las once más o menos, la primera mitad de la mañana la empeñábamos en jugar a la pelota o el esconder, hacer excursiones por el campo o incluso inventarnos que éramos personajes de películas. Siempre fuimos niños muy imaginativos, siempre recordaré la expedición al barranco. Supuestamente (creo que la idea vino porque en el colegio habíamos estado estudiando a los romanos) la zona correspondía con la antigua ocupación, por lo que ni cortos ni perezosos, allí íbamos los cuatro a buscar vasijas, monedas o cualquier otro objeto de valor que nos llamase la atención. Siempre recordaré mi ilusión al encontrar una especie de florero. Tenía dibujados unos objetos que mi cerebro asoció rápidamente a lo estudiado. ¡Bien, bien! Estábamos tan contentos... fíjense cómo sería la cosa que la llevamos al cole al día siguiente.
Mi tío tenía un coche viejo abandonado que nos servía de vehículo en nuestros juegos. Aquello de que tuviese el volante y los pedales daba muchísima emoción a cualquier tipo de fantasía. ¡A lo de sitios que fuimos montados en él y sin salir de la cancilla!. También recuerdo los juegos eternos a la pelota y lo rentable que era jugar al esconder en un campo tan grande. ¿Y que me decís de hacer de perritos? Nunca olvidaremos a mi padre el no cazador, porque más que cazar lo que hacía era pasear la escopeta, y nos llevaba a los cuatro niños detrás, y una vez salió una liebre y fuimos nosotros los que íbamos tras ella, y como no, se le escapó.
Nos encantaba también bajar a la noria, donde el abuelo sembraba sus cosillas y asomarnos al pozo que tanto miedo nos daba. Aún recuerdo el ruido de los coches pasando por la carretera, hoy por hoy, lo único que se escucha es el sonido eterno del campo.
Echaremos siempre de menos a León, Ulises, Linda, Zara, Botón, Gordito... esos perrillos que tanta  compañía nos hacían y eran compañeros de aventuras. Y como no, y se me esboza una gran sonrisa en la cara cuando recuerdo a Copito de Nieve, aquella ovejita que mi abuelo crió y que mi prima le daba el biberón. Siempre recordaré el día que se quedó atascada en la puerta de lo que ahora es una casita estupenda y por aquellos entonces era un pajar. Metió la cabeza por la gatera y no había manera de sacarla, y como no tuvimos que llamar a nuestro abuelo siempre salvador, que no recuerdo muy bien como la sacó de allí.

Se me viene a la cabeza otro recuerdo que venía justo después de la comilona: lavarse el pelo con agua lloveriza. Las tres niñas, muy rubias por aquel entonces, tenían que lavarse el pelo con el agua que caía del cielo porque así estaría mucho más brillante y saludable. Era sin duda, todo un ritual. Por las tardes, antes de caer el sol, concluíamos nuestras meditaciones y charlas en la piedra más grande del campo, desde allí se veía el más allá, el horizonte, el futuro. ¡Cuántas horas nos habremos tirado subidas allí arriba! El otro día cuando subí, ya no subieron las niñas, subieron mujeres con un nuevo miembro de la familia. Creo que era la primera vez que ella subía a la enorme piedra. Ella seguirá haciéndolo. Tiene que ser la tradición.
Intento buscar otro de nuestros lugares secretos en mi mente: el sillón de la reina. Una piedra con forma de silla en la que cuenta la leyenda que la reina viniendo de camino hizo un descanso y quedó absolutamente maravillada por la belleza de la sierra y el aire puro. Horas y horas poniéndonos coronas de hojas secas.

 Todos estos recuerdos me trajeron el domingo una absoluta felicidad. Me sentí y me siento llena. Completamente dichosa de haber tenido la suerte de vivir todos esos instantes, porque sin duda, mis primas y nosotros fuimos niños muy felices, con una familia que nos quería mucho, unida y que nos permitió disfrutar de cada domingo durante muchos años y hacernos sentir dichosos.  En aquellos momentos no nos dábamos cuenta de ello, pero ahora, pasado el tiempo,  y visto en la distancia, me hacen sentir lo afortunada que he sido durante toda mi vida por tener una familia así.  Gracias por permitirme tener la mejor infancia del mundo.








jueves, 27 de octubre de 2011

Otoño

Ayer era uno de esos días en los que me puse a echar de menos. Supongo que la caída de las hojas de los árboles  que de un día para otro han inundado la Alameda y las gotas de lluvias que han ensuciado mi coche han contribuído a ello. 
Otoño. Llegó el otoño.  Y a mi vida también: supongo que todo comenzó cuando vi esas dos canas que me salen con la raya al lado sobre las seis de la mañana. Fue un hachazo. Vieja, soy vieja. Ya no salgo de juerga, me gusta quedarme los sábados por la noche viendo películas, madrugo sin querer los fines de semana. MAYOR, MUY MAYOR. Y encima con canas que lo demuestran. Lo primero que empecé a echar de menos fueron las botellonas, no sé porqué, pero de camino al coche quedaban restos de botellas de jóvenes que se lo habían estado pasando genial durante la noche, mientras yo, honorable adulta responsable, dormitaba para poder levantar el país por la mañana. (Sí porque como profesora me encargo de que algunos muchachos puedan ser doctores el día de mañana, doctores sin faltas de ortografía y con letras legibles). 
En fin, que me puse a acordarme de aquellas botellonas que hacíamos en el campo de fútbol al menos,  12 años atrás en el tiempo. ¡Qué bien nos lo pasábamos! Y que conste, que mis amigas íntimas y yo las hacíamos con cocacola. Hasta bien llegados los veintitantos, y no estoy mintiendo, no empezamos a beber con mucha moderación algún Licor 43 primero para desembocar en el Legendario con Cola, hasta esa edad. Pero no echo de menos el alcohol ni mucho menos, (mi casera ha dejado un minibar muy generoso, quien quiera pasarse ya sabe, y lo gastamos, porque aún no lo hemos ni abierto), lo que echo de menos es esa despreocupación general por todo de esas edades, las risas con las amigas, los problemas tontos que nos inundaban, en fin, todo lo que conlleva el no ser aún adulto y que se aleja del otoño, es decir, la primavera.
Transcurrido el día, según pasaban las horas de clase, vino otra idea a mi cabeza: eché de menos los bocadillos. Hacía una guardia en el recreo y vi como los nenes comían grandes y jugosos bocadillos. Recordé como durante toda mi niñez y adolescencia yo comía bocadillos: de atún, de jamón, de mortadela con aceitunas, de los chorizos que mi tía hacía en la matanza, y mis preferidos eran los de tocino fresco con tomate. ¡Yo ya nunca como bocatas! Y antes me los comía todas las tardes como merienda y en los recreos por las mañanas. Era tan delgada...daba igual lo que comiera. Y ahora...ahora... ains, ahora ya todo es diferente. Me gustaría a mí hacer la prueba a ver que pasa si me zampo todos los recreos uno y por la tarde otro... Pues eso, ya me entienden. OTOÑO.
Y transcurrió el melancólico día, y empecé a echar de menos, de golpe y porrazo a la gente que hacía muchísimo tiempo que no veía. Me empecé a acordar de mi amiga Mari Ángeles de Inglaterra y a mi amigo Jona, de mis compañeros de la facultad que hace tiempo que no veo, de mis dos compañeras de piso del primer y segundo año con las que ya prácticamente he perdido el contacto, de un amigo del que ya no sé nada... en fin, toda esa gente que un día fueron importantes en mi vida y que poco a poco el paso del tiempo fue cubriendo de hojas secas el camino de la amistad.  
Y por último, eché de menos tener tiempo, tiempo libre fuera de las obligaciones, tiempo para quedar con gente que está cerca y con la que un día por otro, la casa queda sin barrer. Como mi amiga Jara por ejemplo, que no hay manera de cuadrar y la echo de menos. El tiempo que es tan valioso y queda tan relleno de obligaciones: preparar clases, corregir exámenes, leer cosas de la tesis, ir al gimnasio... al final no puedo hacer lo que es realmente importante. Dedicarle un tiempo a mi corazón. De hecho, ahora estoy haciendo un hueco para escribir esto. Ni siquiera consigo hacerlo para algo que amo tanto como la escritura.
En fin, el otoño es evolución y hoy, me he despertado contenta, feliz, y para celebrarlo he encontrado un rato para cortarme el pelo (seis meses hacía desde la última vez) y para comer con una buena amiga.
¡Bienvenido sea el otoño! Y mi peluquero me ha dicho que la cana no se ve, que tengo un pelo precioso y no lo vamos a fastidiar por una hojita blanca.  Sed felices :)




lunes, 10 de octubre de 2011

Sobre educación


Hago una hora de guardia. Te encuentras a primera hora, después de haberte levantado a las seis y media de la mañana. Entro en una clase, en la que ha faltado la profesora de religión, que no digo yo nada, que no tiene la culpa la buena mujer a la que yo ni siquiera conozco. Pero que por el reajuste de horas que han hecho en su asignatura, se van a cambiar todos los horarios. Es el tercer año que me cambian el horario por esta razón.En Delegación podían tomar las decisiones definitivas a principios de curso…
Pues me hallo en una clase de tercero de ESO, un grupo al que no le doy clase. Y tengo delante un personaje, es un niño que está claro que tiene algún problema especial (¿esta definición es políticamente correcta?), es decir necesidades educativas especiales. Yo he llegado y no conozco de nada a este niño. A priori le llamé la atención, pero no ha dejado de molestar, haciendo gestos, ruidos, movimientos extraños para entretener al resto de la clase. Ahora me pregunto si seguir llamándole la atención o no. Es que no sé cómo es este niño. Obviamente es primera hora, una hora de guardia, no conozco al grupo y no tengo ganas ninguna de enfadarme. Para dejar pasar el tiempo me he puesto. a escribir esto.
Pero ya que estamos me gustaría hacer una pequeña reflexión en torno a la docencia. ¿Tengo armas para enfrentarme a este tipo de situaciones? Yo con este tipo de incidentes me siento regular. Cuando tengo, como en un segundo de la ESO, una media de 27 alumnos por clase, tres con ACIS, dos que necesitan refuerzo y el resto que hay que controlar para que reine la paz y el orden, no tengo tiempo para dedicarles a estos alumnos que necesitan una atención especial. La razón es que hay 20 alumnos más, y una materia que desarrollar. Hacer todo esto en una hora y organizar la clase de modo que ellos trabajen fichas mientras explico a los demás y mientras los demás hacen actividades corregírselas a ellos, es a veces, materialmente y técnicamente imposible. Y a mí eso me genera estrés, estrés porque siento que no les dedico toda la atención que se merecen. Por ello considero que las cosas están planteadas mal. Debe haber otra forma. Si yo tuviese, pongamos 10 o 15 alumnos por clase, todo sería diferente.Podría trabajar mejor, podría atenderlos como realmente se merecen. Pero así, no se puede. 
Yo abogo por un verdadero pacto por la educación, ayer leía un artículo de Ian Gibson en el País que comentaba que ese era el problema en España, carecíamos de esas medidas de acuerdo entre todos los partidos políticos, porque la educación pública requiere esa estabilidad y todas las garantías para que sea realmente educación de calidad.
Los recortes que las comunidades autónomas gobernadas por el PP están llevando a cabo, no son más que menosprecio a ese derecho a que nos eduquen con calidad. Me da igual si suena a demagogia barata, pero si la pública deja de ser una enseñanza buena y que nos prepare a todos y todas independientemente de la clase social, mal vamos.
Mis padres han sido trabajadores, con esfuerzo han podido darme unos estudios que me han permitido: hacer la ESO y el Bachillerato gratis, estudiar una carrera a unos precios más o menos asequibles, sin becas, porque por aquellos años estaba Aznar en el gobierno(años más tarde sin ir más lejos, mi hermano tuvo buenas becas para estudiar su carrera universitaria, y¿por qué? Porque había cambiado el signo político del gobierno. Sólo me remito a los hechos). Lo que no quiero es que por culpa de gobiernos que primen la educación privada, se menosprecie a la gente trabajadora y se le prive de tener una formación digna que los sesgue y les impida llegar a lo más alto, puestos que solamente ocupen una élite que claro está, la integren los que puedan pagarse la única enseñanza de calidad que exista. Pero bueno,confío en que no lleguemos a ese punto. Los profesores hacemos bien nuestro trabajo, y pese a las dificultades encontradas, la gran mayoría lucha porque la cultura se extienda por doquier. La educación pública de calidad es un DERECHO y no se debería perder jamás lo que se ha ganado con el tiempo.

martes, 6 de septiembre de 2011

Primer día de cole

Septiembre, septiembre, que llega septiembre. Y los niños ya tienen sus maletas nuevas, sus lápices de colores, sus compases, las reglas, los cuadernos, carpetas de sus famosos favoritos... en mi época yo tenía forrada la carpeta con BonJon Jovi por un lado y Alejandro Sanz por el otro, y por dentro...ohhhh por dentro tenía a los Back Street Boys....(alll rigthhhhh))). Ahora no, ahora tienen a la Hanna Montana, al Mario Casas y al niño ese que cantando parece una niña, bueno y en el aspecto. Como se llama, como se llama...¡Justin Bieber! Ese, ese.
Pues yo me he sentido hoy como esos chicos en su primer día de colegio. (Políticamente correcto chicos y chicas, ostias que no, que el masculino de toda la vida engloba al femenino, no es discriminar, es economía del lenguaje).
 Pues ahí estaba yo, dando un salto de la cama en cuanto sonó el despertador. Nerviosa elegí la ropa adecuada, me vestí. Me hice unas tostadas y un café con la cafetera que me tiene prohibido tocar mi brother. (Con razón, eh, con razón, pero con la nexpresso que le voy a regalar por las molestias causadas espero que se subsane).  Me lo tomé todo viendo los Desayunos de la Uno y me fui a pintarme un poco, ponerme los zapatos y me dirigí al coche.
"Hola mi Fabia bonito, me temo que este año vamos a vernos más, no me falles eh!!!"- le dije cariñosamente, pero a modo de venganza, horas después, ya fallaba el manos libres.

Mientras conducía saliendo de Sevilla ( 20 minutos de semáforos), me imaginaba cómo sería el centro, los alumnos, los compis, el pueblo...
Poco a poco, por mi barriga subían cosquillitas, semejantes a las del primer beso. Casi ná.

 Después de los kilómetros hacia Paterna, llegué por fin al centro. Después de dar mil vueltas por él buscando el ies,  están en fiestas y todo está cortado, di con él.
"Bueno nena, llegó la hora de la verdad". Llevaba mis tacones para ponérmelos, pero decidí que no, que yo soy así, bajita, y total, aún no había alumnos, mejor lo dejaría para parecer más alta ante ellos.

Salí del coche, y me encaminé a la puerta. El corazón me latía con mucha fuerza, la rodilla me flaqueaba... (la defectuosa, no le sienta bien eso de conducir) y con mucha valentía entré en instituto. Me dirigí a la conserjería, y muy amable me recibieron con una sonrisa.  "¿Eres la nueva? ¿La de lengua?".
Por mi mente pasó por un instante esta sensación... ¿pero hasta cuando voy a ser la nueva?. La nueva. La nueva. Resonaba en mi cabeza. "Quizás prefieras seguir siendo la nueva a la vieja ¿no?". Respondió mi cerebro automáticamente. Y yo muy resuelta y agradable, todo sea dicho, respondí con otra sonrisa que sí, y ya me presentaron a compañeros del departamento y fui conociendo el centro.
Muy buena impresión en general. Ojalá siga siendo así. Así que yo, ya he superado el primer día de cole. ¡¡¡Ánimo a todos!!!! y bienvenido sea Septiembre, que para algunos seguro que es su mes de vacaciones, aunque para la mayoría... el primer día de cole.

PD: Por cierto, yo mi carpeta este año la voy a forrar con Hugo Silva por un lado y bueno... acepto sugerencias para el otro.
                                     Aprovechando que estamos en primera...mi maleta.


jueves, 28 de julio de 2011

Dudar

Creer es muchas veces dudar, decía Voltaire. Yo llevo una temporadita de duda constante. Duda por absolutamente todo. Incluso de el pijama que me voy a poner cada noche.
Llega el verano y este, en particular, aunque comenzó  con un estupendo viaje a Italia del cual escribiré algún post próximamente, se ha convertido en una cuesta arriba estúpida y decepcionante.
(Antes que nada, quiero agradecer los apoyos a algunos de mis queridos lectores, que sinceramente me ha sorprendido que los hubiera jajaja. Más de una persona me ha mandado mensajes o me ha comentado que porqué tenía tan abandonado el blog, y es cierto, estaba abandonado. Concretamente anoche me animó a escribir una antigua alumna de Alosno, que me envió un privado al tuenti diciéndome que seguía mi blog y que le gustaba. Así que le doy las gracias, porque eso me ha dado fuerzas para ponerme a escribir, es lo primero que he hecho al levantarme).
Puede que este primer post, esté vacío, carente de fuerzas, pero bueno entended que tengo que calentar la máquina un poco después de unos cuantos meses sin escribir.

Como decía al comienzo del texto, este es un verano extraño. Comenzó las primeras semanas de julio, tras venir de un viaje por Italia que me dejó con la boca abierta. Después de ver toda aquella majestuosidad, aquellas catedrales, aquel arte por cada esquina, por cada rincón de cada pequeña ciudad italiana y llegar a mi pueblo, creo que sufrí un choque extraño frente a la realidad.
El primer sentimiento surgió en la piscina. No sé qué serían los veranos antes por estos parajes sin ella, ya que es uno de los escasos entretenimientos que pueden ocupar las calurosas tardes de verano. Otra opción es tragarse todas las novelas que ponen en la tele hasta las 7 de la tarde, más los programas absurdos del corazón que le siguen. El caso es que uno de estos días, estando allí, vino a mi mente una nostalgia enorme. Me puse a mirar, y vi que yo era vieja. Sí, que ya quedaron atrás todas aquellas tardes de juegos de cartas, de risas con los amigos, ahogadillas, bocadillos a media tarde... Todo lo que ocupó gran parte de mi infancia y adolescencia. Los chicos, seguían jugando a las cartas a mi alrededor, los amores de verano seguían emergiendo como fuertes olas que chocan contra el mar, las risas, las niñas leyendo revistas juveniles... todo era igual, el tiempo se había parado pero yo ya no era uno de ellos, yo estaba al margen y aquella época de felicidad absoluta alejada de la realidad hacía mucho tiempo que quedó atrás. Así que me invadió durante unos días esa pena extraña y agónica. Ahora te toca ser la madre de esos niños, bodas, responsabilidades... ¿no es esa juventud lo más hermoso de la vida?.

Poco a poco, afortunadamente, se me fue pasando, pero ahora surgió otro miedo más que se juntó a esa nostalgia. El miedo al dolor. Sí, como lo oyen, afortunadamente ya se me ha ido pasando, y ya estoy fuera de esa estupidez de aquellos días de comienzo de verano, pero fue así. Mi tia se quemó las manos con una olla exprés y se quemó literalmente. Me tocó entrar con ella en la sala de curas, y ver cómo mi tia sufría, cómo sentía dolor mientras le quitaban los pellejitos quemados, le echaban cremas, la vendaban... fue una experiencia del todo poco recomendable. Aguanté estoicamente dándole ánimos, con una sangre fría que no era propia de mí, me sorprendí a mí misma con lo floja que he sido siempre para todo eso. No obstante, después creo que me ha pasado factura y he tenido esa sensación de miedo al dolor, de  angustia que sin darme cuenta era sólo por la tensión sufrida en aquel momento. Y de ahí he pasado directamente a la duda, a la duda de todo lo que me rodea. Porque creo en lo que hago, como bien dice Voltaire, tengo la duda como constante. Supongo que los libros que estoy leyendo sobre filosofía y la argumentación para la tesis también tienen algo que ver, pero ya hablaré de eso en otra ocasión. A ese miedo al dolor, también se ha juntado porque no decirlo, la tristeza que me está produciendo estos días ver a mis abuelos enfermos  y mayores. Me angustia, me devuelve de nuevo a esa infancia y me hace estrellarme de bruces contra la realidad: ya soy vieja, los años pasan, y todo lo que parecía estar inalterable hasta hace prácticamente nada, está evolucionando. Y ese cambio, esa evolución, como no, me dan miedo y tristeza a la vez. Y no quiere decir que ahora la vida sea peor que antes, ni mucho menos, pero es distinta y el hacerse mayor, como no asusta. ¿Cómo saber si uno ha escogido el camino correcto? ¿Es esta vida la que yo deseaba con 16 años?  Dudas y más dudas, que no se pueden resolver.


                                            PISCINA DE SANTA OLALLA

Esto es en resumen, lo que ha sido lo poco que llevo de verano. Tengo que escribir un post de todo lo anterior y porqué dejé de escribir. Pero eso mañana, creo que por hoy, ha sido suficiente. Siento si no está a la altura de vuestras expectativas en mi blog. Poco a poco.




lunes, 11 de abril de 2011

Incertidumbre

Tengo el corazón oprimido. Un líquido pesado sobresale  de él y me llega hasta la barriga, produciendo una sensación entre amarga y placentera. Vacío, dicen que se llama. Lo está produciendo la incertidumbre, el desasosiego de no controlar ciertos aspectos de mi vida que me gustaría tener bien atados. Pero es inútil, no puedo con todo. No consigo manipularme para que todo se quede en su debido sitio. Sin salirse de su lugar, dentro de su cajón, dobladito, sin amontonarse. Pero si me paro a pensar, bien es verdad que nunca he conseguido ser ordenada, y que sin darme cuenta todo se propaga de un sitio a otro sin sentido, es como si las cosas que me rodean tuviesen vida y quisieran encontrar su propio sitio.

Es lo que debe ocurrir con mis manos, con mis ojos, con mi alma. Cada uno trota hacia un lado sin saber bien hacia dónde dirigirse, aunque todos ellos tienen bien claro lo que quieren y desean. 
Pero quien manda es la cabeza, la que ordena y distribuye. A veces se cabrea, se rebota, se indigna porque no le hacen caso y pone firme al personal en un momento, de muy mala manera y con muy malas formas. Es mucho mejor así. Después del rapapolvo todo vuelve a su sitio. O a lo que creen que es su sitio, según se mire.

Pero hoy tengo todo descontrolado, los latidos se me aceleran, no consigo centrarme ni dejar de imaginar hipotéticas vidas, hipotéticos futuros, lugares... No sé dónde estaré el año que viene. Mañana me haré una pequeña idea, pero esta jodida incertidumbre me mata, me agobia, me sobrepasa. Cuando mañana entre en las novedades de la Junta, pinche en la adjudicación y ponga mi nombre estaré sin aliento. Y salga lo que salga, ya me convertiré en otra persona, en otra vida distinta a la que llevo hasta ahora. Porque todo habrá cambiado, ese destino cambiará todo, hará que todo sea diferente. El cambio es bueno, hace que evolucionemos. Pero en este instante, en este preciso momento prefiero quedarme como estoy, pero sin la sensación de ahogo permanente. Ojalá que algún día me desprenda de esta inseguridad que tanto me abruma. Supongo que es cuestión de años, y de intentarlo.

                       Así me siento, pequeña ante todos los gigantes que no puedo controlar en mi vida

miércoles, 6 de abril de 2011

Gurumelos

Hace mucho que no escribía. Se ve que al volver a mi vida normal, vuelven las historias y las ganas de contar cosas. Lo bueno es volver a Sevilla en esta época. Son curiosas a veces las emociones contrapuestas que le pueden inundar el alma a uno. En este caso a una. A servidora.
La semana pasada, cuando tuve que venirme a la capital me daba pena abandonar la sierra, sentí nostalgia por aquello, por ese otro mundo que tanto me gusta aunque a veces no me dé cuenta. El sentimiento brotó cuando fui la semana pasada a coger gurumelos con mi padre. Él es un gran aficionado cuando llega la época, entre febrero y marzo dependiendo de las lluvias y el año,  a salir por las tardes a buscar este preciado manjar. Incluso tiene una cesta destinada para tal menester.
Coger gurumelos es todo un arte, un arte que no todos llegan a desarrollar, o como bien me dijo mi padre "es algo hereditario e innato a los genes". La frase me la dijo después de que orgulloso descubriese que su lección para encontrarlos había sido dignamente aprendida. ¡Encontré solita tres gurumelos! . No te preocupes, que es que acaba de venir alguien por aquí hace unas horas, por eso no encuentras más. Y era cierto, se encontraban los huecos en la tierra de haberlos recogido recientemente. Había que ir buscando un pequeño montoncito desquebrajado en ocasiones y simplemente elevados en otros. Fácil, lo que se dice fácil no era.

Pero me gustó ir con mi padre a buscarlos, (por supuesto comérmelos aún más: en croquetas, en salsa, con arroz, puré...) me sentí agusto, el sol dándome en la cara, el olor a jaras y romeros, el trinar de los pájaros, los arroyos llevando agua. Toda esa vida verde y azul alrededor desarrolló en mí la necesidad de escribir hace muchos años, y algo me dijo que aquello era algo que no podía perder nunca. Una tradición, una costumbre que es propia de la sierra, de la familia y de un pueblo entero.
Me di cuenta que parte de mí, una gran parte está por allí. Que esa forma de vida es algo que siempre voy a llevar dentro, esas raíces de la tierra que tanto me han aportado siempre permanecerá en mí.
Por mucho que me guste la ciudad, por mucho que me encante Sevilla, siempre encontraré un hueco para pasear por la sierra, un momento para estar con los míos y coger gurumelos será algo que un día enseñaré a mis hijos.
                                 
                                            Gurumelitos cogidos por mi papi


jueves, 24 de febrero de 2011

La operación de menisco

Si alguien se lo preguntaba. No, no me quedé en el quirófano. Hace ya más de diez días de mi operación y sólo recuerdo un vago halo de nebulosa estúpida en el que los días han pasado sin pena ni gloria y los sin sabores del posoperatorio me han sumido en la más infame inopia.
Llegamos a aquella clínica sobre las once y media, dimos los datos, tarjeta por aquí, tarjeta por allá, no he visto yo lo importante que es la tarjeta dorada en estas clínicas, sin la tarjeta ni agua. "Pasen ustedes a la sala de espera que en unos minutos les llamamos!. Nos sentamos en aquel lujoso hall observando los enormes cuadros que decoraban la sala, tres señoras de mediana edad esperaban también a nuestro alrededor. "No estés nerviosa, que esto no es nada mujer". Me decía mi madre, que aunque no lo dijese con palabras estaba hasta más nerviosa que yo. A los cinco minutos, vino un celador muy agradable, que nos llevó a la habitación, nos hizo un recorrido por la misma: cama, mandos de la cama, tele de plasma, cuarto de baño, sofá cama para los acompañantes... y sin más se marchó, dándome una bata para que me la fuera poniendo. No había hecho más que irse cuando llegó otro celador, con pinta de protagonista de las películas de Kun fu, y me hizo firmar el consentimiento de la operación. Vamos, que si me moría, no era culpa de ellos. Ahí empecé a ponerme aún más nerviosa. Fuera anillos, relojes, pendientes y todo tipo de objeto metálico. Braga y sujetador podían quedarse conmigo. Mierda, joder, que mi braguita de Hello Kitty tiene un corazón metálico, no me jodas, ostias, ¿y ahora qué?. Tú no te preocupes, me dijo mi padre, que eso lo solucionamos rápido. Y con una llave mandó el corazoncito al otro mundo.
Sin darme cuenta los nervios habían inundado todo mi cuerpo, y cuando volvió de nuevo el celador con una silla de ruedas y me dijo: ¡Vamos!. Un lagrimón brotó resbalando por mi mejilla.
Cuando llegué al quirófano y vieron que iba llorando me dijeron que qué me pasaba, que allí no pasaba nada, que tranquila. "¿Tú cuántos años tienes?" me dijo una enfermera, Dios mío que vergüenza me entró, verdad, con treinta y llorando, "Que no mujer, que no lo digo por eso...".
Me subieron a la camilla, y me pusieron la via del suero. Sólo recuerdo un par de bromas del anestesista y que me di la vuelta de lado para la epidural. Ya lo siguiente que sentí era cómo el doctor me decía, ¿estás despierta?. Mira, ya estamos casi terminando, giradle el monitor. Y después, vagos recuerdos hasta que estaba muerta de frío en la sala en la que estuve esperando casi dos horas a que se me fuese la anestesia.  La señora de al lado lloraba en lo de la anestesia, yo tenía un reloj en frente y el castañear de dientes iba pasando a medida que las agujas del reloj avanzaban.
Me subieron a la habitación, y allí estuve hasta últimas horas de la tarde. La pierna apenas la sentía, supongo que seguía drogada. Nos fuimos para casa y casi que me da algo intentando subirme a la cama, la pierna era una auténtica mole.
Lo peor vino al día siguiente, empecé a tener fiebre y a sentirme bastante mal, y al parecer lo que había ocurrido es que me entró un virus. Pasé unos tres días sin tomar nada más que acuarius y con un mal cuerpo horrible. Lo más doloroso de todo, las inyecciones de heparina que hay que ponerse en la tripa para evitar trombos. Vaya tela... Póbrecita mi madre, que ha tenido que aprender a ponérmelas, porque yo con lo que soy, si tuviese que ponérmelas sola me daría algo. Tengo unos cuantos agujeritos en la tripa y varios cardenales.
La pierna más o menos bien, ya voy doblando cada vez más la rodilla y me quitan los puntos esta tarde. A quien vaya a operarse de menisco, le digo que la operación en sí no es tanto, yo no sentí nada, es más el miedo que da el quirófano. Ya os contaré cuando comience la rehabilitación, que imagino que molestará bastante porque tantos días la pierna quieta, será normal.

En fin, que entre pitos y flautas, estos días han sido totalmente improductivos y aburridos, no he conseguido organizarme para hacer prácticamente nada. Espero que ahora que me quitan la venda y estoy más animada pueda disfrutar las últimas semanas de baja haciendo algo útil. Menos mal que Lisa me ha hecho compañía todo este tiempo. ¿Lo que más deseo? Darme una buen ducha larga y duradera sin miedo a que se meta agua en la bolsa y se moje la venda.


lunes, 14 de febrero de 2011

El miedo

Esta noche siento esa palabra que en alguna ocasión seguro que habéis sentido en vuestro propio cuerpo. Ese escalofrío que recorre cada minucioso poro de la piel, cada músculo y cada hueso hasta desembocar en la punta más abierta de alguno de tus cabellos.  Se manifiesta de diversos modos, y en variadas ocasiones, pero cuando uno percibe esa sensación, nuestro cerebro dibuja esa palabra que de forma arbitraria está representada así, MIEDO. 

Normalmente aparece ante sucesos, circunstancias o momentos desconocidos. Generalmente, se asocia a algo que puede en algún instante reportarnos dolor, angustia y algún daño a nuestra propia persona o incluso alma. Se puede sentir miedo si lo que hacemos tiene consecuencias que desconocemos a priori, o  el impacto total que tendrá: perder a alguien, cambiar de trabajo o comprarse una casa pueden hacernos sentir el MIEDO. Creo que muchas de las veces está asociada también al cambio, porque ese cambio y esa crisis producen desasosiego, el desasosiego propio de no controlar la situación al cien por cien.


Yo he sentido miedo en muchas ocasiones, desde que era pequeña. Era como se suele decir, una niña miedica. Me acostaba por las noches y tenía pánico, escuchaba ruidos, tenía que encender la luz, supongo que en aquella época eran los monstruos los que me preocupaban. ¿Habrá alguno dentro del armario? Llamaba a mamá y ella tenía que inspeccionarlo, el armario, debajo de la cama, porque a mí ese miedo me paralizaba y me impedía incluso moverme. Después ese miedo pasó por otros derroteros, aún recuerdo como nuestra profesora del colegio nos contó que había que tener cuidado con los espíritus y las güijas, y durante una larga temporada mi pánico a la hora de dormir se había enfocado en esos espíritus que podían rondar mi habitación y mi casa. Recuerdo que incluso me hacía una cama con los cojines del sofá en la alfombra de la habitación de mi hermano para no dormir sola. En otra ocasión, dormí en la alfombra de la habitación de mis padres, todo ello sin que ellos se dieran cuenta, claro. 

Ese MIEDO a dormir y a la oscuridad me ha perseguido toda la vida. Más que otro tipo de angustias, porque de hecho siempre he sido muy lanzada a probar cosas nuevas en todos los ámbitos y he seguido la máxima que dice que es mejor arrepentirse de haber hecho algo, que arrepentirse de no haberlo intentado.

El miedo que siento esta noche, es sin duda miedo a lo desconocido, miedo a un quirófano, miedo a que me pinchen la epidural. Por lo tanto... el miedo es al dolor. A que me duela la anestesia, a que me duela la operación y a que me duela todo lo que viene después. He soñado esta noche con la operación, una operación que se desarrollaba en una casa antigua, como la de mi abuela, los médicos me introducían en una habitación supercutre que ejercía las labores de quirófano, mi madre aparecía por allí con una jeringuilla en la mano, "no te asustes, que esta es la epidural", el doctor llevaba un maletín del que sacaba los instrumentos. ¡Pretendían que me tumbase en aquella cama a que me pusiera la inyección como si nada!. 

En fin, que eso, que me da miedo por lo que pueda pasar. Tengo la certeza de que todo va a salir bien, porque es algo más bien rutinario, pero no puedo dejar de tener esa angustia concentrada en el pecho y esa imagen mental de una aguja acercándose a mi espalda. En fin, miedo.


sábado, 12 de febrero de 2011

Amores

Supongo  que el despertarme de este modo en este día, en el que el nerviosismo recorre mis venas dos días antes de la operación,  no me ha traido buenos pensamientos. Me he despertado escuchando lo siguiente: "Mari tia, que lo siento por no quedar ayer, pero que tenía una explicación, ¡ay dios, que sé porqué me dejó el Jose Mari, porque estaba con la Miriam!, ayer los pillé infraganti". A estas palabras, le siguió un llanto horrible y una serie de detalles con pelos y señales sobre cómo había pillado a su amiga con el novio. 

La chica estaba en el patio comunitario y al abrir los ojos, pensé por un momento que me encontraba dentro de una telenovela. Pero es que esa situación, esa sensación de tristeza y dolor la hemos sentido todos alguna vez. Cuando alguien te deja, para uno es incomprensible, es doloroso, es cruel y si encima no te dan una razón convincente, es aún peor. Supongo que esta chica, que decía textualmente una y otra vez: "estoy muy mal Mari, estoy rota por dentro, " ahora se sentía mal por la doble traición, pero al menos había encontrado una explicación lógica a la ruptura. Supongo que cuando es así, con terceras personas por medio uno se siente algo mejor al culpar a otros, y no a uno mismo.
Antes de la ruptura, uno se para a observar lo negativo y las necesidades que no están cubiertas, pero sólo a raíz de la separación, uno es consciente de que existían otras que sí estaban satisfechas. En este momento es en el que se toma conciencia de que se echan en falta ese tipo de satisfacciones o beneficios.
El paso del tiempo crea una dependencia emocional entre las dos personas que es difícil de solventar, esta chica, ahora pasaba por ese horrible agujero negro. A veces, tan negro que dura meses. No he podido evitar recordar una relación del pasado, y como, una vez que se empieza a ver todo de otro modo, que se aprende a estar solo, a disfrutar del tiempo libre, a conocerse más a uno mismo el negro se convierte en blanco, o al menos en tonos muchos más claros.
El amor es completamente incompresible a veces, uno no elige de quién se enamora, ni por cuanto tiempo, ni puedes evitar que aparezcan terceras personas en tu vida. Simplemente hay que cultivarlo como si fuese un jardín, pero por mucho que lo mimes puede caer una gran tormenta de granizo y mandarlo todo al traste. Ahora que se acerca San Valentín,  que uno aprovecha para cenitas, flores y regalos que no se dan todos los días, es momento de regar aún más el jardín, y sobre todo disfrutar del presente, porque creo firmemente que en esto del amor no suele haber buenos ni malos, simplemente  es Eros el que nos coloca como fichitas de un juego entre él y Afrodita.

martes, 25 de enero de 2011

Viaje espacial

- Entra en ese habitáculo, quítate el pantalón, las botas y te pones esa bata-dijo el hombre de la bata blanca mientras charlaba con su compañero sobre si llamaban o no a una compañera que parecía que acababa de tener una desgracia personal-.
-¿Qué rodilla?- escuché que le preguntaba al otro chico joven por segunda vez-
-¡La derecha!-Grité desde el interior, sólo faltaría que encima me la hicieran de la otra pierna. Me quité el pantalón con mucho trabajo porque la rodillera hacía que estuviese completamente ajustado, e intenté ponerme aquella bata azul de nylon. Me quedé mirándola porque no sabía muy bien hacia qué lado abrocharme el cordón para que no se me viera todo. EL jersey es tan largo que creo que la bata esta sobra y me reí yo misma. Como pude salí de allí y me llevaron a la sala donde estaba aquella extraña máquina.
- Súbete guapa- me dijo con una sonrisa el chico joven- Pon aquí la rodilla y túmbate hacia atrás-
-De acuerdo. ¿Asì?-
- No, hacia arriba, perfecto. No te asustes porque no te meteremos hacia dentro, los ruidos son muy fuertes pero normales, así que tranquila. Tú respira e intenta pensar en... ¡una buena fiesta, por ejemplo!-dijo con una sonrisa- durará en torno a unos veinte minutos.
- Muy bien, muchas gracias-
Lo siguiente fue que el hombre de la bata blanca cerró la puerta, la máquina se activó y unas luces de colores se encendieron en la parte de arriba de aquella nave espacial. Un movimiento muy leve me fue introduciendo en la máquina hasta los hombros, menos mal que mi cabeza quedaba fuera de aquel sitio. Una gran sirena sonó, parecía que la policía y los bomberos estaban dentro de la sala. Venga nena, relájate y piensa en algo. Ummm...no se me ocurre nada.
¡Ah, mira! Si en la parte de arriba hay una especie de marcha atrás que comienza en 4. Fíjate, ahora cambiamos de ruido...una nave espacial a punto de despegar 3, 2, 1, 0. Ufff, qué miedo. Me está temblando la rodilla, no sé si es del frío que tengo sin pantalón o los escalofríos los producen estos ruidos estridentes.
Venga tía, controla la rodilla que no se mueva no vayan a tener que repetírtela. Quedan varios segundos para un nuevo sonido. Fíjate, parece que tengo alrededor un montón de albañiles, igual que cuando estaba en Alosno y me despertaban todos los días a las 6 y media de la mañana, igualito, igualito. Moví la cabeza hacia el lado y de vez en cuando veía como los señores de blanco entraban y salían. Pura rutina vaya. Ya casi has terminado me decía con gestos el hombre joven detrás del cristal. Menos mal, pensé yo con alegría.
De pronto, el ruido cesó, la máquina, como cabreada por haberla tenido entretenida me expulsó con más rapidez de la que me había introducido.
-Ya puedes bajarte, en unos días podrás recogerla-
- Gracias-
Fui al habitáculo en el que estaba mi ropa, me vestí y al salir me dijo:
- Oye, ¿de verdad tienes 30 años?-
- Casi 30, hasta el viernes no es mi cumpleaños- dije casi tocada en el orgullo a ver que ya poco quedaba para la treintena.
- Es que yo te echaba unos 21 o 22 años, que bien te conservas hija- dijo con gracia sevillana-
Y entre carcajadas me fui al ascensor para viajar a la planta -1 en la que me esperaba mi  antigua nave espacial.

lunes, 24 de enero de 2011

Día 6 de reposo

Digamos que la paciencia tiene un límite. Si ahora vas a tener mucho tiempo libre para leer, para ver pelis, para hacer todo lo que normalmente no puedes.  Sí, sí, sí. Y un carajo. 
Todo comenzó el martes cuando estaba tomándome un té con mi hermano en la cocina y estaba ya arreglada para irme a atender a los padres de mi tutoría que tenían cita.  Estaba hablando cuando sentí un crujido horrible en mi rodilla, instantáneamente pegué un horrible grito de dolor, que continué en varias tomas, "¿qué te pasa?, ¿por qué gritas?" Dijo mi hermano asustado. Mi rodilla, mi rodilla, que me duele. Intenté no apoyarla en el suelo y mi hermano la sujetó al mismo tiempo que subía el pantalón y los dos descubríamos con horror que la rótula estaba fuera de su sitio y toda la pierna de rodilla hacia abajo estaban hacia el otro lado. Intenté ponerla recta y al cabo de un rato volvió a su sitio con un estridente clac. Después de eso, al médico, radiografía, urgencias etc.
El miércoles fue día de reposo aunque reconozco que del aburrimiento veía todo tan sucio que me tuve que poner a limpiar el piso. Haciendo pausas eso sí, y dejándolo todo resplandeciente. Por la tarde tuve la visita de mi novio que me reñía por haber estado limpiando y mis padres que vinieron a Sevilla por otras cuestiones fúnebres que ahora no vienen al cuento y aprovecharon para verme y me dejaron a Lisa haciéndome compañía.
El jueves como tenía que ir al traumatólogo perdí la mañana entretenida. Una rodillera aparatosa, más reposo y una resonancia para el martes próximo. Mi pobre hermano vino de acompañante y chófer y tuvimos que soportar como un tio estúpido, porque muy inteligente no era, se paraba en una via de sentido único cinco minutos sin dejar pasar a nadie. ¿Y por qué? ¡Porque no hay aparcamiento! ¡Flipa! Muchas gracias brother por tu asistencia y paciencia estos días con tu hermanita cojita.
Y por la tarde más reposo, pero entretenido haciendo figuritas de pasta blanca de una peli de Disney de terror, ya pondré alguna foto.

El viernes llevé la baja al IES y me trajo en coche Javi a mi pueblo. A casita, a que me cuide mami que siempre es bueno. Por la tarde comencé a leer el libro de Historia del arte que me echaron los Reyes Magos.Ya comencé a agobiarme en el sofá. El sábado me desperté y también me puse a leer, y a repasar francés (quiero poder comunicarme bien en París cuando vaya en Semana Santa). Luego tuve la visita de mis tios y mis primitos de Zufre. Por la tarde más visitas, mi prima, mi primo, mi sobri, mi amiga Antonia. Entretenida también. Pero estar tanto tiempo en el sofá también me pesaba.
Ayer domingo, lectura, he comenzado el nuevo de Juan José Millás Lo que sé de los hombrecillos que está bastante bien. Cuenta como el protagonista no vive sólo con la gente común, sino también con unos pequeñitos seres que comen de los restos que quedan en la cocina. Yo también quiero hombrecillos de esos para que me entretengan ahora, porque esta mañana estoy aquí solita. Después de leer vino mi amiga Carmelita a verme y me estuvo viendo la rodilla y la radiografía, tiene sus ventajas tener una amiga fisio. Por la tarde... me tragué dos pelis de serie B de antena 3 y luego... leí y dos visitas más: Antoñita de nuevo y Toñi, así se me pasó el tiempo más rápido. Me duché, cené, un capítulo de los Protegidos...y a la cama otra vez.
Y aquí ando, sobre las doce y media escribiendo en el blog para matar el tiempo. Me pondré a leer un ratillo que ya voy por Grecia en la Historia del Arte. ¿Propuestas para no aburrirme?

La verdad es que acostumbrada a estar todo el día de aquí para allá, que entre semana tengo clases, italiano, gym etc nunca  me da tiempo a nada. Ahora los minutos pasan excesivamente lentos, no me gusta estar aquí sentada todo el día, sin poder levantarme para casi nada, sin salir a la calle, sin pasear, sin ir a ver a mi abuela, sin ir a la tienda a dar una vuelta. ¡Qué horror! Vale que puedo leer mucho, pintar, mirar cosas en Internet sin tener que preocuparme del insti, de preparar clases, de los niños, pero...¡prefiero todo esto a estar aquí! Esta noche he soñado que estaba nadando, espero que me diga el traumatólogo que puedo seguir nadando.Porque...lo echo de menos. En fin, que espero que la rodilla se ponga bien y me deje tranquila hacer mi vida.



jueves, 20 de enero de 2011

ARTEFACTUM: Una nueva concepción de galería que hará más asequible el arte para todos


Las artistas sevillanas Salomé Salazar y Julia P. Muriel inauguran la galería Artefactum

El pasado viernes 21 de enero a las 19:30 horas  tuvo lugar la inauguración de la galería Artefactum, espacio en el que coexistirán arte, diseño e interiorismo.La nueva sala abrirá sus puertas con una innovadora idea que nace para que el arte sea más accesible a los hogares de los sevillanos de a pie.

La idea la han puesto en marcha dos jóvenes diseñadores que luchando por esa idea del arte han creado un nuevo concepto joven y diferente donde se apuesta por el arte y el diseño. De este modo, Manuel Núñez explica que la idea ha podido ver la luz gracias a una subvención por parte del Ministerio de Cultura y para la Creación y Modernización de industrias culturales que impulsa la creación de artistas noveles. “ Pensamos que el arte y el diseño es para todos y que cualquiera tiene cabida en este mundo, por ello desarrollamos proyectos de bajo coste, reduciendo al máximo los precios” nos explican Manuel y Sergio.

Con este pensamiento de acercar a las casas del ciudadano el diseño y el arte , Artefactum es una forma accesible, asequible y social de diseñar espacios particulares o profesionales teniendo acceso a producto de diseño y obras de arte de primera mano que sean adecuadas al estilo del cliente, “una de nuestras ideas es crear una bolsa de artistas que colaboren con nosotros para poder satisfacer todos los gustos del cliente, nos caracterizamos por nuestra entrega y por nuestra devoción. Porque el arte nos apasiona y porque el diseño define el mundo en el que nos movemos. Cada cliente es único, cada espacio un universo y cada pieza un sentimiento”, nos dice con ilusión este joven diseñador.

Como hemos dicho, Artefactum abrirá sus puertas al público el próximo viernes con una excelente exposición de dos jóvenes autoras que abarcan distintos campos del arte: Julia Pérez Muriel y Salomé Salazar. Esta es la segunda faceta de la galería, a la vez que acerca al ciudadano de a pie el arte y el diseño de interiores a precios asequibles, promueve las obras de los jóvenes artistas dándoles difusión además de en la propia galería, en los foros sociales, internet, revistas culturales y los periódicos de mayor tirada de Sevilla.

Manuel es diseñador y Sergio es artista y ambos explican que el término Artefatum hace referencia a que “todo está hecho con arte”. “Por otra parte también recuerda a ARTEFACTO, porque cuando uno crea , ya sea un diseño o una obra de arte, como que la gente piensa qué será eso, o que estará haciendo... vamos que qué ARTEFACTO sacará ahora de ahí” explican.



Autores que abren Artefactum


Salomé Salazar



Salomé Salazar es una pintora sevillana, con temprana vocación por el dibujo y la pintura, que recibió sus primeras clases a los siete años hasta que ingresó en el Bachillerato Artístico.
Posteriormente se licenció en Bellas Artes por la Facultad de Santa Isabel de Hungría, de Sevilla, terminando sus estudios en Brera, la Academia de Bellas Artes de Milán, gracias a una beca. Ha obtenido las medallas de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, Universidad de Sevilla, Facultad de Bellas Artes y Ayuntamiento de Sevilla, por el mejor expediente académico de su promoción.Continuó su formación en la Facultad de Bellas Artes de San Carlos en Valencia, cursando un máster en Producción Artística que culmina con el mejor reconocimiento.
Ha realizado diversas exposiciones individuales y colectivas utilizando en sus obras diferentes técnicas de pintura y dibujo, algunas de las cuales con mezclas experimentales que le han identificado con un lenguaje muy personal.
Sin Matasellos -desde Venecia- es una serie de dibujo sobre monotipo y offset, inspirada en el peculiar origen de Venecia y el cuidadoso equilibrio que la ciudad ha mantenido con el agua a lo largo de su historia, utilizando la imagen postal como aporte simbólico de la memoria, la huella y el recuerdo romántico de estancias pasadas de la autora en la ciudad de la laguna.
Nueve meses, refleja la experiencia vivida por la autora durante su estancia en la ciudad de Milán, una serie de obras en las que predomina el juego con la materia.



Julia Pérez Muriel
Julia P. Muriel es una artista sevillana licenciada en Bellas Artes por la Facultad Santa Isabel de Hungría de Sevilla, especializándose en Diseño Gráfico y Grabado. Sus inicios en el arte fueron de manera autodidacta hasta su ingreso en la Universidad.Durante estos años, ha realizado diversos trabajos de ilustración, cartelería y pintura, exponiendo de este modo en distintas galerías de manera individual.Su nuevo proyecto ha sido elegido para ser expuesto en el XX Aniversario del Certamen Internacional F L E C H A 2011 (Madrid).

Respecto a la colección que se expone en Artefactum,Ironía, la autora comenta lo siguiente: "Actualmente estamos rodeados por un mundo idealizado que esconde bastantes verdades incómodas a las que no queremos enfrentarnos. Verdades como el conflicto israelita-palestino que no encuentra su fin, el lugar tan poderoros que sigue ocupando la iglesia en nuestra sociedad y las imágenes idealizadas que nos exportan las grandes potencias para que sigamos viviendo felices en nuestro mundo de oz. Con esta serie intento describir estas verdades, con un punto irónico, casi cómico, tal y como las recibimos por los medios de comunicación".

miércoles, 19 de enero de 2011

Desayunos

El viernes estaba desayunando con Javi en la cafetería que está al lado de mi casa. Desayunamos siempre allí todos los viernes, aprovechando que salimos muy temprano de trabajar y nos gusta ir a ese lugar por las tostadas que ponen. Siempre me pido lo mismo, media con mantequilla y jamón york, de mollete eso sí y un manchado. Javi que es un copión se pide lo mismo pero con un colacao en vez del café. 
El caso es que me di cuenta que me había comido la tostada en un plas, y a los cinco minutos estaba mirando la de Javi, que aún no se había comido ni la mitad, y comencé a rogarle un poquito de la suya:
"¿Pero por qué no disfrutas más del desayuno y te lo comes lentamente saboreándolo?" me dijo él molesto por no dejarle tranquilo con su mantequilla-york.
"Pues...no lo sé" respondí yo. Y en ese instante vino a mi mente una escena de mi infancia, recuerdo que mi madre nos compraba bolsas de chucherías y nos la daba por las tardes. Gusanitos para mi hermano y para mí, ¡qué de tiempo hace que no como gusanitos! Con ese sabor salado, tirando a mantequilla...ummm.
 La escena era la siguiente, mamá traía las chuches las repartía equitativamente y comenzábamos a comérnoslas. Yo con mi rapidez y eficacia suprema, las devoraba ferozmente arrebañando el fondo de mijitas de gusanitos salados que quedan al final de la bolsa. 
Instintivamente, mi mirada se clavaba en aquel niño pequeño de mejillas sonrosadas y cara de pillo, que se comía lentamente su bolsa mientras jugaba con sus playmobil.  Doña Flor, como me decía a veces mi padre, no tenía otra cosa que ponerse a mirar con carita de cordero degollado a su hermano. Recordemos que tres años más en la infancia se notan, y la inocencia de mi hermanito llegaba hasta límites inimaginables. 
"¿Jugamos a que yo era tu perrito, y me dabas de comer?", le decía sabiamente. Y el pobre niño accedía al juego y yo con postura y ladridos de perro correteaba a su alrededor obteniendo, a lo tonto a lo tonto, casi la mitad de la bolsa de mi pobre brother. Y todo por no comerme la mía con más tranquilidad. Otro día contaré el suceso de la peluquera y cómo  a alguien se le ocurrió regalarme un set de peluquería al que yo añadí la tijera de la cocina e invité a jugar a mi hermano a los peluqueros. ¿Adivinan quién fue la peluquera y quién recibió el corte de pelo?. 
En fin, que en esta tesitura no sé si pensar que debería aprovechar más la comida y comer más lentamente, o que el animal de la selva que más rápido come más cacho pilla.