Existe un lugar donde la Semana Santa no sólo supone la salida de los pasos y las cofradías de nazarenos. En el municipio serrano de Santa Olalla del Cala, esta semana tiene también olor a juegos de azar. Paradójicamente, existe una tradición que roza el pecado entre tanto ambiente de santidad y de culto: “el juego de las chapas”.
Las chapas, es un viejo juego de azar que la tradición ha mantenido a lo largo de los siglos en esta pequeña localidad onubense. Tiene un desarrollo bastante sencillo, y consiste en cruzar apuestas libres entre los componentes de un corro de jugadores llamados “puntos”, contra otro jugador, “la banca” que es el encargado de casarlas. Hechas las apuestas, y situados todos alrededor del corro, el banquero lanza al aire dos monedas de cobre antiguas(con la cara reluciente, y la cruz oscura para distinguir ambos lados), que al caer al suelo en el centro del corro, desvelará cuál fue la fortuna de todos los jugadores ante sus atentas miradas. Si una vez en el suelo, ambas monedas muestran sus caras, ganará la banca todas las apuestas, si por el contrario son cruces, los puntos habrán ganado una cantidad igual a la que habían apostado, y esa cantidad será pagada por la banca a cada uno de los jugadores. La banca al salir las cruces deberá ceder su puesto a un nuevo banquero. Si se diese el caso de que cada una de las monedas muestra un lado distinto ( una cara y otra cruz), la apuesta se consideraría nula, y se efectuaría un nuevo lanzamiento de monedas. Decepción, alegría, expectación…una serie de sentimientos que se entrelazan alrededor del círculo.
Las apuestas en este juego son dinerarias, pero como nos comentaba un veterano jugador de chapas, “cuenta la leyenda, que jugadores cegados por el dinero, llegaron a apostar su casa, su coche, e incluso su mujer, ¡como si ella fuera una propiedad transferible!”. Pero claro, la leyenda dista mucho de la realidad, y en los pueblos se tiende a exagerar un hecho y convertirlo en leyenda. Lo que sí es cierto, que basta acercarse a los numerosos puntos de encuentros que suelen ser los bares de la localidad, para ver fajos de billetes en el interior del corro “es la emoción de apostar 100 euros por ejemplo y salir con 300”, comentaba un chico de 25 años que acababa de ganar, pero claro está, también se da el caso de personas que han perdido grandes cantidades “otra vez será, yo llevo esperando todo el año para poder apostar, así que no me importa haber perdido” decía afligido un jugador habitual.
Del origen del juego de las chapas existen varias hipótesis: unos dicen que es un juego derivado de los juegos de apuestas que tanto amaban los soldados de las milicias medievales, para otros se tiene constancia de la existencia de juegos similares en el norte de España, derivados de costumbres celtas e íberas , los norteños, al venir a repoblar la zona de la sierra onubense, trajeron su juego con ellos ; para el sector eclesiástico el juego de las chapas tiene un claro significante religioso. Para los más religiosos, el juego de las chapas representa el pago de las 30 monedas por las que Judas vendió a Jesucristo a los Fariseos.
El juego está limitado temporalmente a la Semana Santa, lo que hace que haya una extraña mezcla en el ambiente general del pueblo: mientras unos toman la sangre de cristo en forma de vino, y toman el pan en representación de su cuerpo en la Iglesia, otros toman cervezas y sus correspondientes tapas mientras juegan a las chapas en su particular templo, el bar.
Ambos grupos, religiosos y aficionados a las chapas, comparten las mismas dudas e ilusiones, ambos llevan la esperanza y el temor a cuestas mientras rezan por salvar sus almas, los unos , y otros rezan por que la Diosa fortuna les acompañe y puedan conseguir aumentar su bolsa. Es la gloria o el infierno, frente a la cara o la cruz de la moneda. La tradición pasa de mayores a jóvenes, y las noches de semana santa, en la calle de la botellota, tal y como se conoce en el municipio, los corros de las chapas forman parte de la diversión de las generaciones más jóvenes “yo sólo he apostado un par de euros, y los he triplicado, supongo que es la emoción” explicaba una chica de unos 19 años en el botellón. Si algo es cierto, es el fervor y el seguimiento masivo que tiene este juego.
Sea como sea, el juego de las chapas se ha convertido en unos de los signos de identidad de este pueblo, que el juego haya sobrevivido tras cientos de ordenanzas municipales que lo prohibían, quiere decir algo ¿no?. Pero es que además de seña de identidad de los santaolalleros, el juego de las chapas atrae el turismo, y juega las veces de diversión popular y tradicional, y de fuerte publicidad positiva para el pueblo. De hecho , hay gente que viene expresamente en Semana Santa a jugar a las chapas, y eso genera una gran inyección económica, y eso sin duda es progreso para el pueblo.
Mañanas, mediodías, tardes y noches de semana santa alrededor del corro de las chapas, así es Santa Olalla. Todos apurarán hasta el último día en el que se puede jugar y apostar, y muchos esperarán hasta el año próximo con devoción para poder continuar con esta tradición que se perpetuará de generación en generación y alimentará el peso de la leyenda.
Este reportaje lo escribí con mi hermano Manuel José Rodríguez Macarro. Con su permiso, lo pongo en mi blog.
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