domingo, 14 de noviembre de 2010

Nombres

La entrada de hoy va sobre nombres. Cómo el llamarnos de un modo u otro marca la forman en la que otras personas pueden vernos.La idea me vino la semana pasada, viniendo del Instituto hay un parquecito por el que me encanta pasar, siempre hay gente tomando el sol, paseando a sus perros o chavales que se han saltado las clases disfrutando del tiempo libre.

Iba atravesando el parque y vi a un señor mayor que paseaba un perrito pequeño, negro y algo  rarito la verdad. El señor, que rondaría los 80 años más o menos, jugaba con su perro entusiasmado. Cuando me iba acercando, vi que el can se alejaba de su dueño, y este lo llamaba, bueno en este caso la llamaba, cuando escuché el nombre supe que era una perrita. "Yoliiiii, vuelve aquí Yoliiiii". Una sonrisa se esbozó en mi rostro, la ha llamado Yoli y comencé a pensar en ello. Instantáneamente, vinieron a mi cabeza las tres Yolis que yo conocía y miré a la perrita viendo sin querer rasgos de ellas en el chucho. Da la casualidad, que no conozco a mucha gente con ese nombre, pero coinciden en ciertas características básicas. Características que ya he asociado a ese nombre, por eso me hizo tanta gracia escucharlo de boca de este señor para llamar a su amiga fiel.

Rápidamente otro pensamiento vino a mi mente, mi abuelo Manuel, tenía una huerta en la que plantaba tomates, pimientos, cebollas y muchas más verduras, pero en la que además, tenía siempre gallinas. Me encantaban los huevos de esas gallinas. Me gustaban cuando íbamos y siempre nos tenía preparada una docena de huevos de sus gallinas, para tu huevo frito me decía. 
Una vez, me regalaron una patita que no podíamos llevarnos de viaje, por aquella época creo que vivíamos en Asturias,  por lo que mi abuelo me dijo que la dejase en la huerta. Cada vez que volvía al pueblo, iba a visitar a mi patita, y mi abuelo me tenía guardado los huevos de mi pata, que seguro que tenía algún nombre, pero soy incapaz de recordarlo. Eran huevos más grandes que los de las gallinas y en muchas ocasiones tenían dos yemas. Eso era otra cosa que siempre guardaba para mí, los huevos con dos yemas. ¡Qué emoción más grande sentía al comerlos!.

El caso es que mi abuelo, que siempre era tan peculiar, llamaba a las gallinas con nombres de mujeres, pero no nombres cualquiera, nombres de personas muy conocidas. Recuerdo como llamaba a una de esas gallinas, Cristina, la vecina de mi abuela se llamaba así. Yo sé que lo hacía para reírse un poco y mosquear a mi abuela. Felisa, trae a Cristina que se ha quedado enredada en la alambrada, a ver si se va a escapar. Manuel, que no llames así a la gallina, que se va a enterar un día de estos que llamas a la gallina por su nombre. Pero mi abuelo seguía llamándola así, y si moría, la nueva gallina se llamaba Cristina. Supongo que vería características de la pobre Cristina en la gallina, cualquiera sabe.

El caso es que asociamos los nombres a la gente que conocemos. Si me dicen, pongamos el nombre de Manuel, me gusta mucho porque se llaman así mi hermano, mi abuelo, mi primo y un amigo. Y ninguno de ellos tiene características negativas, así que asocio el nombre a algo positivo. 
En cambio, hay otros nombres como, pongamos el ejemplo de... (mejor no ponemos ningún ejemplo de esto, no vaya a haber gente que se sienta ofendida, y fijo que todos tenéis en la cabeza nombres que reúnen este requisito), ya no os gustará tanto de entrada, y si conocéis a alguien con ese nombre le asociais instantáneamente características negativas. Mira, se me ocurre un ejemplo que no ofenderá a nadie, ¿le pondríais a vuestro hijo el nombre de Judas o de Caín? Seguro que no. En cambio, conozco a varios Abel o Jesús. En fin, que esta es la chorrada de hoy, se me ha ocurrido y me apetecía escribir. Así que, el día que tenga un hijo o hija...será complicado elegir ese nombre. Eso sí,  si es una niña, no se llamará ni Cristina, ni como ninguna de las otras gallinas de mi abuelo.
               Puede que la gallina Cristina no fuese así, pero el huevo seguro que es el de 2 yemas de mi pata.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Notitas

Hoy he pillado a dos niños pasándose una notita. Bueno, la cosa no ha sido exactamente así. Vi como volaba una bolita, yo odio las bolas, aviones y todos los demás objetos creados con papel que en algún momento pueden verse en una clase de secundaria. Siempre lo digo, nada de papel volando por  el aula y nada de silbidos. Es algo que no soporto.

Pues bien, al ver la bolita de papel volando, me indigné, he dicho que de quién es esa bolita, quién la ha tirado, o lo decís o castigados en el recreo. Profesora, que yo lo he tirado, pero que no era una bolita. ¿Qué no era una bolita? ¿Entonces qué era hijo mío?. Una notita.
Cuán dulce es la inocencia de un niño de once años, que acababa de inculparse dejando las cosas aún peor de lo que estaban. Supongo que pensaría que el delito de pasarse papelitos era menos grave que el de tirar bolas. Que de hecho creo que lo es, pero acababa de cavar su propia tumba.

Entonces la situación es que tenemos una bolita, que no es bolita, que tú has escrito porque es una notita. Castigado en el recreo. A ver, pásame esa notita. En mi clase todo tipo de papel que encuentre en forma de notita queda requisado, y pasa a ser de mi propiedad, lo cual significa que puedo leerlo en VOZ ALTA cuando me venga en gana. Es más, si os pillo lo leo. Y además copiáis las faltas de ortografía. ¿Por qué escribís las notitas como los mensajes del tuenti o del messenger? (En ese momento pensé que yo también suelo acortar y omitir letras cuando chateo, estaba criticando algo que yo también hago, pero bueno ellos no lo saben, yo soy la que mando jejeje (mentalmente risa malvada). )

"Va a sali sta tard?", "Si, pero no se a q hora", un momento, quién es la persona con la que hablabas, a ver Martita, esta letra es tuya ¿no?. Sí profesora, lo siento. Ea, otra más castigada. "Crees q le gusto a Luisa", "no, pero a Elena sí. Quien te gusta a ti". Bueno, creo que nos vamos a quedar sin saber quién le gusta a Marta, qué pena oye, que estaba yo ya intrigada. Ni una nota más ¡¡eh!!!. Y seguí con la clase.

Es muy curioso, pero entiendo que se pasen notas, a veces uno se aburre en clase y las relaciones sociales en el instituto son complicadas y el recreo no da para solucionar todos esos asuntos amorosos de la edad. A mí me encantaba pasarme notas, no sólo en el instituto, mi amiga Jara el otro día me recordó en un comentario a una entrada que nos pasábamos notas en clase. Es verdad, notas y escritos que hacíamos, era más importante que la clase de dibujo por ejemplo, para la que yo era pésima por cierto. (Últimamente me ha dado por la pintura al óleo para desarrollar ese lado mío creativo que permanecía oculto en alguna parte, y he de reconocer que me relaja mucho, aunque lo que pinte sea una caca).

 Me acabo de acordar cómo en la carrera también me pasaba notas con los compañeros. Reseñable es aquella anécdota en una clase de Derecho de la información, andábamos con una Constitución explorando los artículos de la misma. La profesora explicando, y mi compi Jose y yo opinando sobre el rollazo que nos estaba contando la profesora y haciendo comentarios sobre su vestido... En qué mal momento, se ve que ella había perdido su Constitución y nos cogió prestada un momento la nuestra. Un sudor frío, un agobio, Dios Jose que no pase la página, como pase la página nos echa, nos echa y tenemos esto suspenso de por vida. ¡Qué mal rato pasamos! Pero por suerte no pasó la página y se quedó en aquel artículo sobre la libertad de expresión. Aún así, seguimos pasándonos notitas.

En fin, que creo que todos los alumnos deberían tener un cuaderno de notitas. Aunque claro ,así ya no serían notitas, ni papelitos que vuelan porque se convertirían en excelentes diarios de conversaciones dignos de leer y que bien podían ser analizados en clase de literatura. ¡Cuántas perlitas se perderán entre esas notas perdidas en la papelera! El caso es que no pienso poner un parte por eso, se quedará la cosa en volver a escribir la nota correctamente y copiar mil veces las faltas de ortografía, al menos las notas estarán escritas según las reglas gramaticales y de ortografía del español.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Todos los Santos

Estos días me cansan un poco. Sí, me refiero a la tradición de Halloween, a cómo ha inundado en nada de años nuestra sociedad. Me fastidia un poco porque nosotros también tenemos nuestra propia forma de celebrar esa tradición pagana, esa misma tradición que tiene como base que en esa noche del 31 de Octubre las fronteras entre la vida y la muerte se diluyen. 

El otro día, mis alumnos estaban muy pesaditos con Halloween así que lo que hice con ellos fue leer el Monte de las ánimas de Bécquer. En esa hermosa leyenda Bécquer nos cuenta cómo durante la noche de todos los santos las ancianas leían cuentos y cómo los muertos resucitaban para volver durante unas horas a la vida de un modo mágico. No tiene desperdicio.

Yo lo que suelo hacer ese día es ir a visitar el cementerio de Zufre, que es donde está enterrado mi abuelo. No me gustan los cementerios, supongo que a nadie le gustan, pero me siento como obligada a dar un paseo por allí una vez al año.  Es un entorno mágico, verde, con una tenue capa de otra dimensión que me hace sumirme en una clara nostalgia necesaria. No sólo para recordar a mi abuelo, sino también para rememorar todas sus historias. 

Además, en ese cementerio tengo otra visita obligada, es una tumba colectiva, en la que sé que está enterrado mi bisabuelo con otras cuatro personas. Fueron fusilados en la guerra civil, y me indigno al ver cómo alguien ha colocado una plaquita en la que pone "Aquí yacen los restos de personas fallecidas en los trágicos acontecimientos de 1936". ¿Fallecidas? Querrán decir fusilados, asesinados. ¿Trágicos acontecimientos? Por dios, un trágico acontecimiento puede ser un seísmo, un accidente de avión o una inundación. Pero aquello no fue un acontecimiento, fue una masacre también en la sierra. 

Aquellas personas están allí enterradas, sin que estén sus nombres puestos al lado, cuando en un pueblo tan pequeño todo el mundo sabe quiénes son. En fin, que me enfado cada año que voy. Ya intenté mover el asunto con el tema de la Memoria Histórica, porque sé que uno de los deseos de mi abuelo era sacar a su padre de allí y poder poner su nombre en una lápida. Simplemente el señorito le tenía manía y aprovechó la mínima para acusarlo de rojo, cuando lo único que era, era un pobre jornalero con una mujer y tres hijos.  Pero las personas mayores son como son, y mi abuela no me daba toda la información necesaria y cada vez queda menos gente de aquella época. Así que lo dejé pasar.

Mi abuelo me contaba muchas historias de este tipo, sufrió una infancia y una posguerra muy duras y me enseñó que en la vida hay que trabajar para conseguir lo que uno desea. Me hizo tener unas ideas políticas, una forma de ver la vida y de él aprendí una integridad y moral inigualables. Me alegro de que exista el día de todos los santos, y que aproveche ese día para recordar a mi abuelo y a mi bisabuelo. Me sirven para dar gracias de lo que soy, para ver que no siempre las cosas han sido tan sencillas como ahora, que la libertad no ha estado aquí siempre y que mis orígenes son los que son, el campo, el trabajo y el esfuerzo. No quiero perder nunca eso de vista. Por eso no me gustan Halloween, vestirme de zoombi, de muerto y pedir caramelos. No es parte de mis raíces. Al menos para los niños es una fecha más alegre.

                                  31 de Octubre 2010. Vistas al pantano desde el paseo de Zufre.