Supongo que hay gente que es más torpona que el resto de la humanidad, sí, personas a las que de vez en cuando le ocurren cosillas debido a esa mezcla entre el despiste y torpeza casual. Pues bien, yo me encuentro en ese grupo. Ahora mismo, tengo el pie fastidiado, con un pequeño esguince, vamos de poca importancia porque ni me han dado baja ni nada por es estilo, reposo de natación esta semana y una pomada. Pues me lo hice de la forma más tonta, como siempre. Estaba el finde cenando pizza, y tenía muchísima sed, se me acabó la cocacola que me estaba bebiendo y no podía soportarlo, morir de sed debe ser horrible. Así que tuve que ir, con la que estaba cayendo en ese momento, a mi coche a por botellas de agua. ¿Qué qué hacían en el coche? Esa es otra historia...
Hace dos semanas, fui al pueblo y como siempre, mi mami que es muy buena me llena de cosas de la tienda el coche: comida en tapers, embutidos, yogures, agua mineral etc. Pues bien, esta vez también traía un bolsaco de ropa que me había llevado para lavarla y secarla allí en la secadora. ¡Es horrible Sevilla en invierno para que la ropa deje de estar húmedas!, ¡se necesitan días!. Pues bien, llegué a Sevilla, aparqué el coche en el callejón sin salida que hay, si bien podía haberlo puesto en doble fila cerca, no lo hice, porque el tema de los aparcamientos en relación con el universo tiene un límite, si hay aparcamiento hay que meterlo dentro, no dejar que venga otro que también lo haya visualizado en nuestras propias narices.
La cuestión es que allí iba Ester, con la maleta (no entiendo para qué llevo una maleta para dos días, cuando lo que llevo puesto todo el rato es el chándal) en una mano, el bolso colgando, otras dos bolsas en la otra mano caminando a toda pastilla y creando un malabarismo para que no se le cayese nada al suelo.( LLego al portal, suelto las cosas en el suelo, busco la llave con mi llavero del Betis, aparecen las llaves del coche, las del instituto, las de la casa del pueblo, las del candado de la bicicleta...¿dónde narices está el llavero del Betis y el otro que tiene mi nombre con h, ojalá alguien me regalara algún día uno que ponga mi nombre bien, sin h, con en la Biblia, ESTEEEERRR. Aquí están, menos mal). Abre la puerta, deja el resto fuera (gracias a Dios que no tengo que subir escaleras). Coge la maleta y una bolsa, la mete para adentro. Sale tira de las otras dos bolsas y las arroja en la entrada, le duele el brazo, se lo toca con un gesto de amargura. (Mejor dejo el bolso aquí para no cargar con nada más.) Vuelve al coche y allí estaba el bolsaco del Mediamarkt en el que venía la impresora, llena de ropa doblada.( Ains, no puedo, ofú, que cansada). Se para cada tres pasos. No debería de haber cargado con la otra bolsa también. Los hombres que pasan la miran con pena, (sí, sí, mucho mirarme y pensar que póbrecita pero ninguno me echa una mano, ¿dónde ha quedado la caballerosidad?¡Tanta igualdad de los cojones!. Ofú, por Alá, ¿aún me queda el agua y la neverita?) Fue corriendo al coche, cogió la nevera y dejó allí las 6 botellas de agua. (Otro día vendré, me niego a cargar más peso)
Y pasaron los días hasta este momento de la caída. Me puse el chubasquero y abrí la puerta del piso, salí lloviendo, con el paraguas, andando a saltitos, haciendo el tontito como me pasa de vez en cuando, y en uno de los saltitos, el tobillo me crujió, pero muy mucho. ¡Qué dolor!. Recogí el agua y hasta hoy que sigo con el pie regular.
En fin, que me voy por los cerros de Úbeda, que hay gente así como yo, torpe por naturaleza en cosas cotidianas como caminar. Quienes me conocen desde hace tiempo, saben que eso es cierto, que hay muchas caídas memorables mías. Si me remonto muy atrás en el tiempo, puedo recordar como con unos doce años, me caí en plenos lagos de Covadonga de la más estúpida forma, ante los ojos de toda la gente que me acompañaba y tuve que estar mojada el resto del día. También me viene a la mente con unos quince años, como me caí corriendo de un caballo, o como, en numerosas ocasiones, simplemente iba andando, se me aflojaba la rodilla y me iba de boca al suelo.
A lo mejor tengo algún defecto en los pies, cualquiera sabe. En la facultad caí rodando por las escaleras y este verano, en mi viaje a Galicia, no había hecho más que salir del coche cuando di con la cabeza en el suelo literalmente, la mano, la rodilla y la cámara de fotos salieron bastante mal paradas. En mi defensa, quiero decir que como los traspiés son tan frecuentes, uno se hace una burbuja de supervivencia, y logra mantener el equilibrio con facilidad y las veces que uno va directo al suelo ya son escasísimas. Y sé también, que esto acaba uno aplicándolo a su forma de ver la vida. Ui que me caigo, que me caigo, pero logro enderezarme antes de llegar al suelo.
Bueno, un beso a todos/as y buen puente.
Por aquí me caí, antes de llegar a la catedral de Tui. Agosto 2010