Cada vez tengo más claro que la vida es una gran encrucijada de caminos por la que vamos paseando y en la que tenemos que elegir qué dirección tomar cada cierto número de pasos. A veces son tan cortos, que uno no percibe que ha cambiado el sentido y cuando quiere verlo ya está inmerso en una vegetación distinta, en unos colores nuevos, olores cambiantes que hacen revivir los sentidos y despertar de golpe dentro de un lugar diferente al que se hallaba. ¿Debo estar aquí? ¿Estoy en el sitio correcto? Esa pregunta surge retumbando entre los árboles, se mete por tu boca y te atraviesa hasta las entrañas.
Hace poco me dijo una amiga que uno sabe que está en el lugar correcto si se siente feliz, si está tranquilo. Si se siente esa paz, lo mejor es quedarse entre esos lares. Pero es tan complicado saber si estás en el camino correcto... Yo no sé si haré bien, en épocas de cambio, de crisis como se suele decir, todo se tambalea y la incertidumbre siempre te acompaña y tus miedos, tus deseos y lo que quiere uno de verdad se entremezclan en un caos perfecto que a veces te lleva a la autodestrucción o a la autocreación.
¿Qué estoy haciendo? Definitivamente no lo sé, pero algo me dice que estoy en la entrada del sendero, pasando la colina, y sólo tengo que avanzar unos pasos, porque la luz ya la veo y el cielo a mi alrededor está muy claro, incluso soy capaz de escuchar el arroyo de agua clara que tanto me reconforta, ese agua que renueva y da la vida.
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