jueves, 27 de octubre de 2011

Otoño

Ayer era uno de esos días en los que me puse a echar de menos. Supongo que la caída de las hojas de los árboles  que de un día para otro han inundado la Alameda y las gotas de lluvias que han ensuciado mi coche han contribuído a ello. 
Otoño. Llegó el otoño.  Y a mi vida también: supongo que todo comenzó cuando vi esas dos canas que me salen con la raya al lado sobre las seis de la mañana. Fue un hachazo. Vieja, soy vieja. Ya no salgo de juerga, me gusta quedarme los sábados por la noche viendo películas, madrugo sin querer los fines de semana. MAYOR, MUY MAYOR. Y encima con canas que lo demuestran. Lo primero que empecé a echar de menos fueron las botellonas, no sé porqué, pero de camino al coche quedaban restos de botellas de jóvenes que se lo habían estado pasando genial durante la noche, mientras yo, honorable adulta responsable, dormitaba para poder levantar el país por la mañana. (Sí porque como profesora me encargo de que algunos muchachos puedan ser doctores el día de mañana, doctores sin faltas de ortografía y con letras legibles). 
En fin, que me puse a acordarme de aquellas botellonas que hacíamos en el campo de fútbol al menos,  12 años atrás en el tiempo. ¡Qué bien nos lo pasábamos! Y que conste, que mis amigas íntimas y yo las hacíamos con cocacola. Hasta bien llegados los veintitantos, y no estoy mintiendo, no empezamos a beber con mucha moderación algún Licor 43 primero para desembocar en el Legendario con Cola, hasta esa edad. Pero no echo de menos el alcohol ni mucho menos, (mi casera ha dejado un minibar muy generoso, quien quiera pasarse ya sabe, y lo gastamos, porque aún no lo hemos ni abierto), lo que echo de menos es esa despreocupación general por todo de esas edades, las risas con las amigas, los problemas tontos que nos inundaban, en fin, todo lo que conlleva el no ser aún adulto y que se aleja del otoño, es decir, la primavera.
Transcurrido el día, según pasaban las horas de clase, vino otra idea a mi cabeza: eché de menos los bocadillos. Hacía una guardia en el recreo y vi como los nenes comían grandes y jugosos bocadillos. Recordé como durante toda mi niñez y adolescencia yo comía bocadillos: de atún, de jamón, de mortadela con aceitunas, de los chorizos que mi tía hacía en la matanza, y mis preferidos eran los de tocino fresco con tomate. ¡Yo ya nunca como bocatas! Y antes me los comía todas las tardes como merienda y en los recreos por las mañanas. Era tan delgada...daba igual lo que comiera. Y ahora...ahora... ains, ahora ya todo es diferente. Me gustaría a mí hacer la prueba a ver que pasa si me zampo todos los recreos uno y por la tarde otro... Pues eso, ya me entienden. OTOÑO.
Y transcurrió el melancólico día, y empecé a echar de menos, de golpe y porrazo a la gente que hacía muchísimo tiempo que no veía. Me empecé a acordar de mi amiga Mari Ángeles de Inglaterra y a mi amigo Jona, de mis compañeros de la facultad que hace tiempo que no veo, de mis dos compañeras de piso del primer y segundo año con las que ya prácticamente he perdido el contacto, de un amigo del que ya no sé nada... en fin, toda esa gente que un día fueron importantes en mi vida y que poco a poco el paso del tiempo fue cubriendo de hojas secas el camino de la amistad.  
Y por último, eché de menos tener tiempo, tiempo libre fuera de las obligaciones, tiempo para quedar con gente que está cerca y con la que un día por otro, la casa queda sin barrer. Como mi amiga Jara por ejemplo, que no hay manera de cuadrar y la echo de menos. El tiempo que es tan valioso y queda tan relleno de obligaciones: preparar clases, corregir exámenes, leer cosas de la tesis, ir al gimnasio... al final no puedo hacer lo que es realmente importante. Dedicarle un tiempo a mi corazón. De hecho, ahora estoy haciendo un hueco para escribir esto. Ni siquiera consigo hacerlo para algo que amo tanto como la escritura.
En fin, el otoño es evolución y hoy, me he despertado contenta, feliz, y para celebrarlo he encontrado un rato para cortarme el pelo (seis meses hacía desde la última vez) y para comer con una buena amiga.
¡Bienvenido sea el otoño! Y mi peluquero me ha dicho que la cana no se ve, que tengo un pelo precioso y no lo vamos a fastidiar por una hojita blanca.  Sed felices :)




lunes, 10 de octubre de 2011

Sobre educación


Hago una hora de guardia. Te encuentras a primera hora, después de haberte levantado a las seis y media de la mañana. Entro en una clase, en la que ha faltado la profesora de religión, que no digo yo nada, que no tiene la culpa la buena mujer a la que yo ni siquiera conozco. Pero que por el reajuste de horas que han hecho en su asignatura, se van a cambiar todos los horarios. Es el tercer año que me cambian el horario por esta razón.En Delegación podían tomar las decisiones definitivas a principios de curso…
Pues me hallo en una clase de tercero de ESO, un grupo al que no le doy clase. Y tengo delante un personaje, es un niño que está claro que tiene algún problema especial (¿esta definición es políticamente correcta?), es decir necesidades educativas especiales. Yo he llegado y no conozco de nada a este niño. A priori le llamé la atención, pero no ha dejado de molestar, haciendo gestos, ruidos, movimientos extraños para entretener al resto de la clase. Ahora me pregunto si seguir llamándole la atención o no. Es que no sé cómo es este niño. Obviamente es primera hora, una hora de guardia, no conozco al grupo y no tengo ganas ninguna de enfadarme. Para dejar pasar el tiempo me he puesto. a escribir esto.
Pero ya que estamos me gustaría hacer una pequeña reflexión en torno a la docencia. ¿Tengo armas para enfrentarme a este tipo de situaciones? Yo con este tipo de incidentes me siento regular. Cuando tengo, como en un segundo de la ESO, una media de 27 alumnos por clase, tres con ACIS, dos que necesitan refuerzo y el resto que hay que controlar para que reine la paz y el orden, no tengo tiempo para dedicarles a estos alumnos que necesitan una atención especial. La razón es que hay 20 alumnos más, y una materia que desarrollar. Hacer todo esto en una hora y organizar la clase de modo que ellos trabajen fichas mientras explico a los demás y mientras los demás hacen actividades corregírselas a ellos, es a veces, materialmente y técnicamente imposible. Y a mí eso me genera estrés, estrés porque siento que no les dedico toda la atención que se merecen. Por ello considero que las cosas están planteadas mal. Debe haber otra forma. Si yo tuviese, pongamos 10 o 15 alumnos por clase, todo sería diferente.Podría trabajar mejor, podría atenderlos como realmente se merecen. Pero así, no se puede. 
Yo abogo por un verdadero pacto por la educación, ayer leía un artículo de Ian Gibson en el País que comentaba que ese era el problema en España, carecíamos de esas medidas de acuerdo entre todos los partidos políticos, porque la educación pública requiere esa estabilidad y todas las garantías para que sea realmente educación de calidad.
Los recortes que las comunidades autónomas gobernadas por el PP están llevando a cabo, no son más que menosprecio a ese derecho a que nos eduquen con calidad. Me da igual si suena a demagogia barata, pero si la pública deja de ser una enseñanza buena y que nos prepare a todos y todas independientemente de la clase social, mal vamos.
Mis padres han sido trabajadores, con esfuerzo han podido darme unos estudios que me han permitido: hacer la ESO y el Bachillerato gratis, estudiar una carrera a unos precios más o menos asequibles, sin becas, porque por aquellos años estaba Aznar en el gobierno(años más tarde sin ir más lejos, mi hermano tuvo buenas becas para estudiar su carrera universitaria, y¿por qué? Porque había cambiado el signo político del gobierno. Sólo me remito a los hechos). Lo que no quiero es que por culpa de gobiernos que primen la educación privada, se menosprecie a la gente trabajadora y se le prive de tener una formación digna que los sesgue y les impida llegar a lo más alto, puestos que solamente ocupen una élite que claro está, la integren los que puedan pagarse la única enseñanza de calidad que exista. Pero bueno,confío en que no lleguemos a ese punto. Los profesores hacemos bien nuestro trabajo, y pese a las dificultades encontradas, la gran mayoría lucha porque la cultura se extienda por doquier. La educación pública de calidad es un DERECHO y no se debería perder jamás lo que se ha ganado con el tiempo.