Ayer era uno de esos días en los que me puse a echar de menos. Supongo que la caída de las hojas de los árboles que de un día para otro han inundado la Alameda y las gotas de lluvias que han ensuciado mi coche han contribuído a ello.
Otoño. Llegó el otoño. Y a mi vida también: supongo que todo comenzó cuando vi esas dos canas que me salen con la raya al lado sobre las seis de la mañana. Fue un hachazo. Vieja, soy vieja. Ya no salgo de juerga, me gusta quedarme los sábados por la noche viendo películas, madrugo sin querer los fines de semana. MAYOR, MUY MAYOR. Y encima con canas que lo demuestran. Lo primero que empecé a echar de menos fueron las botellonas, no sé porqué, pero de camino al coche quedaban restos de botellas de jóvenes que se lo habían estado pasando genial durante la noche, mientras yo, honorable adulta responsable, dormitaba para poder levantar el país por la mañana. (Sí porque como profesora me encargo de que algunos muchachos puedan ser doctores el día de mañana, doctores sin faltas de ortografía y con letras legibles).
En fin, que me puse a acordarme de aquellas botellonas que hacíamos en el campo de fútbol al menos, 12 años atrás en el tiempo. ¡Qué bien nos lo pasábamos! Y que conste, que mis amigas íntimas y yo las hacíamos con cocacola. Hasta bien llegados los veintitantos, y no estoy mintiendo, no empezamos a beber con mucha moderación algún Licor 43 primero para desembocar en el Legendario con Cola, hasta esa edad. Pero no echo de menos el alcohol ni mucho menos, (mi casera ha dejado un minibar muy generoso, quien quiera pasarse ya sabe, y lo gastamos, porque aún no lo hemos ni abierto), lo que echo de menos es esa despreocupación general por todo de esas edades, las risas con las amigas, los problemas tontos que nos inundaban, en fin, todo lo que conlleva el no ser aún adulto y que se aleja del otoño, es decir, la primavera.
Transcurrido el día, según pasaban las horas de clase, vino otra idea a mi cabeza: eché de menos los bocadillos. Hacía una guardia en el recreo y vi como los nenes comían grandes y jugosos bocadillos. Recordé como durante toda mi niñez y adolescencia yo comía bocadillos: de atún, de jamón, de mortadela con aceitunas, de los chorizos que mi tía hacía en la matanza, y mis preferidos eran los de tocino fresco con tomate. ¡Yo ya nunca como bocatas! Y antes me los comía todas las tardes como merienda y en los recreos por las mañanas. Era tan delgada...daba igual lo que comiera. Y ahora...ahora... ains, ahora ya todo es diferente. Me gustaría a mí hacer la prueba a ver que pasa si me zampo todos los recreos uno y por la tarde otro... Pues eso, ya me entienden. OTOÑO.
Y transcurrió el melancólico día, y empecé a echar de menos, de golpe y porrazo a la gente que hacía muchísimo tiempo que no veía. Me empecé a acordar de mi amiga Mari Ángeles de Inglaterra y a mi amigo Jona, de mis compañeros de la facultad que hace tiempo que no veo, de mis dos compañeras de piso del primer y segundo año con las que ya prácticamente he perdido el contacto, de un amigo del que ya no sé nada... en fin, toda esa gente que un día fueron importantes en mi vida y que poco a poco el paso del tiempo fue cubriendo de hojas secas el camino de la amistad.
Y por último, eché de menos tener tiempo, tiempo libre fuera de las obligaciones, tiempo para quedar con gente que está cerca y con la que un día por otro, la casa queda sin barrer. Como mi amiga Jara por ejemplo, que no hay manera de cuadrar y la echo de menos. El tiempo que es tan valioso y queda tan relleno de obligaciones: preparar clases, corregir exámenes, leer cosas de la tesis, ir al gimnasio... al final no puedo hacer lo que es realmente importante. Dedicarle un tiempo a mi corazón. De hecho, ahora estoy haciendo un hueco para escribir esto. Ni siquiera consigo hacerlo para algo que amo tanto como la escritura.
En fin, el otoño es evolución y hoy, me he despertado contenta, feliz, y para celebrarlo he encontrado un rato para cortarme el pelo (seis meses hacía desde la última vez) y para comer con una buena amiga.
¡Bienvenido sea el otoño! Y mi peluquero me ha dicho que la cana no se ve, que tengo un pelo precioso y no lo vamos a fastidiar por una hojita blanca. Sed felices :)