No puedo evitar sentirme así. Triste. Miro alrededor, y por mucho que quiera ver el lado positivo no lo encuentro.Las noticias de cada mañana crean una penumbra horrorosa sobre mi cabeza. No puedo entender cómo retrocedemos día a día, paso a paso. La otra noche concretamente no podía dormir, no podía dormir después de leer un par de noticias: el copago de medicamentos, la anulación de la convocatoria de oposiciones, la no asistencia sanitaria de inmigrantes, la pasada reforma laboral. No sé, una serie de datos que me hacen pensar que cada día la cosa está peor, y que en vez de mejorar, todos esos recortes no han rebajado más de un punto respecto al mes pasado la deuda. ¿Qué será lo próximo?
Mi abuelo me comentaba ayer que no entendía como de golpe podía irse todo lo alcanzado con sudor y esfuerzo. Me comentó cómo aceptaron con alegría la sanidad pública, pero que aquello no había estado ahí siempre, y que antes, si estabas muy enfermo y eras pobre, ya sabías que estabas más cerca del otro mundo que de este. "Niña, yo con la edad que tengo ya, no pensé que volvería a ver tiempos así."
La conversación se fue por otros derroteros y acabamos hablando de la primera vez que habían visto el mar mi abuela y él. Él en la mili, porque le tocó la marina en Bilbao, le pregunté algo que me llamó la curiosidad." Abuelo, ¿ tú te has bañado en el mar?, sí hija, pero agarrado a una escalera porque yo no sé nadar. ¡Es cierto, no sabía nadar! Algo tan normal hoy día como es nadar, en épocas pasadas era imposible de hacer a no ser que tuvieras cerca el mar o una ribera. He nacido, bueno, hemos nacido, en una época de grandes posibilidades a todos los niveles. Sé nadar desde que tenía tres años prácticamente, mi abuelo con 89 años morirá sin tener el gusto de saber flotar o sumergirse sintiendo la presión del agua en la frente. Mi abuela en cambio, jamás se ha bañado en el mar, y no lo vio hasta que no tuvo más de 40 años, cuando mi madre fue a estudiar con una beca a Huelva. Sí hija, la primera vez que fuimos a visitar a tu madre vimos el mar, tan inmenso, tan grande, precioso. Y esto me hace recordar la noticia que leí ayer, volvemos a épocas pasadas en las que las becas sólo las tendrán aquellos que sean brillantes, los demás, nada de nada (si tienes dinero, todo lo que quieras, claro).
¿Y la reforma laboral? Todos esos derechos que tanto costó adquirir a los trabajadores y que se han ido de un plumazo, o más bien por un Decretazo. ¿Podemos quedarnos impasibles ante tal ataque? ¿De verdad tenemos que asumir que se llevan los derechos para dárselos a los empresarios y banqueros? Flipante.
El sistema público sanitario y educativo francamente se está yendo al garete, y esto es sólo el principio, ¿hasta dónde puede llegar la cosa?. ¿Nos veremos como en Grecia dentro de nada?
En Educación, el castillo arde en llamas: más horas de trabajo para los funcionarios, que al fin y al cabo, si me tengo que sacrificar ahí me da igual, pero lo que implica es miles de interinos en la calle por asumir yo más horas, y como no, una bajada de la calidad en las clases porque acabaremos dando materias que no son las nuestras; aumento de la ratio de alumnos por profesor (esto me preocupa muchísimo porque perjudica al profesor y a los alumnos, señores, eso no es mejorar la enseñanza, es cargársela. ¿Cómo puedo atender a la diversidad con 40 alumnos por clase? Que alguien me lo vaya enseñando porque es lo que nos espera.); subida de las tasas universitarias y la consiguiente reducción de becas para esos estudios. Bueno estos son algunos ejemplos, mejor no sigo.
¿Hablamos de la sanidad? Porque no dejo de pensar en todos los ancianos que necesitan para vivir sus medicamentos y que con las miserias que reciben de pensiones y el copago no comprendo cómo lo van a hacer, pero bueno, eso es lo que hay ¿no?. La verdad que uno se plantea esto y mucho más. El ambiente social se está caldeando: más parados, menos derechos, cabreo generalizado, la prima de riesgo subiendo... Indignados, enfadados, defraudados... Una situación idílica.
Y termino haciendo referencia a mi abuela, con sus casi 90 años, sentada en su sofá y feliz con lo poco que tiene, cuando voy a visitarla me pregunta por lo que ve en la tele. Y el otro día me dijo: "hija, las peleas que se ven de los muchachos que están en paro, la gente gritando en la calle enfadada, me dan mucho miedo, ten cuidado, que todo tiene muy mala pinta. ¿No irá a haber una guerra pronto? ¿Eso es en España? Mira que me da susto que estés por la ciudad". Mi abuelo, que tiene su cabeza muy bien a pesar de la edad, le gritó desde el otro sofá: "esta mujer está tonta, qué guerra ni que guerra, que eso no pasa nada, no te enteras de nada". Y sabéis qué os digo, que sí se entera, vale que lo de la guerra es una exageración, pero sí se entera y se da cuenta, a pesar de sus enajenaciones por la edad, de que algo está ocurriendo en el país, y es normal que sienta ese miedo y preocupación a lo desconocido, o más bien conocido por ella, porque supongo que el miedo se le generará al recordar episodios pasados de la historia y que yo no he vivido (pongamos el ejemplo de los grises golpeando a estudiantes) pero ella sí.
En fin, que hoy yo ando igualita al cielo gris que ahora mismo cubre Sevilla, la fiesta estará por fuera, en el recinto ferial, pero sobre mi cabeza sólo veo el nubarrón y una preocupación por el futuro que crece cada día. No puedo evitar sentirme triste y plantearme cómo vamos a salir de esto. Pero una cosa sí que sé, atentando contra los derechos de los más débiles, arrebatando el estado del bienestar con una sanidad pública y un derecho a la educación gratuita, no vamos a estar mejor, así no. Creo que se están equivocando, ese no es el camino.