jueves, 26 de abril de 2012

Triste

No puedo evitar sentirme así. Triste. Miro alrededor, y por mucho que quiera ver el lado positivo no lo encuentro.Las noticias de cada mañana crean una penumbra horrorosa sobre mi cabeza. No puedo entender cómo retrocedemos día a día, paso a paso. La otra noche concretamente no podía dormir, no podía dormir después de leer un par de noticias: el copago de medicamentos, la anulación de la convocatoria de oposiciones, la no asistencia sanitaria de inmigrantes, la pasada reforma laboral. No sé, una serie de datos que me hacen pensar que cada día la cosa está peor, y que en vez de mejorar, todos esos recortes no han rebajado más de un punto respecto al mes pasado la deuda. ¿Qué será lo próximo?

Mi abuelo me comentaba ayer que no entendía como de golpe podía irse todo lo alcanzado con sudor y esfuerzo. Me comentó cómo aceptaron con alegría la sanidad pública, pero que aquello no había estado ahí siempre, y que antes, si estabas muy enfermo y  eras pobre, ya sabías que estabas más cerca del otro mundo que de este. "Niña, yo con la edad que tengo ya, no pensé que volvería a ver tiempos así."

La conversación se fue por otros derroteros y acabamos hablando de la primera vez que habían visto el mar mi abuela y él. Él en la mili, porque le tocó la marina en Bilbao, le pregunté algo que me llamó la curiosidad." Abuelo, ¿ tú te has bañado en el mar?, sí hija, pero agarrado a una escalera porque yo no sé nadar. ¡Es cierto, no sabía nadar! Algo tan normal hoy día como es nadar, en épocas pasadas era imposible de hacer a no ser que tuvieras cerca el mar o una ribera. He nacido, bueno, hemos nacido, en una época de grandes posibilidades a todos los niveles. Sé nadar desde que tenía tres años prácticamente, mi abuelo con 89 años morirá sin tener el gusto de saber flotar o sumergirse sintiendo la presión del agua en la frente. Mi abuela en cambio, jamás se ha bañado en el mar, y no lo vio hasta que no tuvo más de 40 años, cuando mi madre fue a estudiar con una beca a Huelva. Sí hija, la primera vez que fuimos a visitar a tu madre vimos el mar, tan inmenso, tan grande, precioso. Y esto me hace recordar la noticia que leí ayer, volvemos a épocas pasadas en las que las becas sólo las tendrán aquellos que sean brillantes, los demás, nada de nada (si tienes dinero, todo lo que quieras, claro).

¿Y la reforma laboral? Todos esos derechos que tanto costó adquirir a los trabajadores y que se han ido de un plumazo, o más bien por un Decretazo. ¿Podemos quedarnos impasibles ante tal ataque? ¿De verdad tenemos que asumir que se llevan los derechos para dárselos a los empresarios y banqueros? Flipante. 

El sistema público sanitario y educativo francamente se está yendo al garete, y esto es sólo el principio, ¿hasta dónde puede llegar la cosa?. ¿Nos veremos como en Grecia dentro de nada? 
En Educación, el castillo arde en llamas: más horas de trabajo para los funcionarios, que al fin y al cabo, si me tengo que sacrificar ahí me da igual, pero lo que implica es miles de interinos en la calle por asumir yo más horas, y como no, una bajada de la calidad en las clases porque acabaremos dando materias que no son las nuestras; aumento de la ratio de alumnos por profesor (esto me preocupa muchísimo porque perjudica al profesor y a los alumnos, señores, eso no es mejorar la enseñanza, es cargársela. ¿Cómo puedo atender a la diversidad con 40 alumnos por clase? Que alguien me lo vaya enseñando porque es lo que nos espera.); subida de las tasas universitarias y la consiguiente reducción de becas para esos estudios. Bueno estos son algunos ejemplos, mejor no sigo.

¿Hablamos de la sanidad? Porque no dejo de pensar en todos los ancianos que necesitan para vivir sus medicamentos y que con las miserias que reciben de pensiones y el copago no comprendo cómo lo van a hacer, pero bueno, eso es lo que hay ¿no?. La verdad que uno se plantea esto y mucho más. El ambiente social se está caldeando: más parados, menos derechos, cabreo generalizado, la prima de riesgo subiendo... Indignados, enfadados, defraudados... Una situación idílica.

 Y termino haciendo referencia a mi abuela, con sus casi 90 años, sentada en su sofá y feliz con lo poco que tiene, cuando voy a visitarla me pregunta por lo que ve en la tele. Y el otro día me dijo: "hija, las peleas que se ven de los muchachos que están en paro, la gente gritando en la calle enfadada, me dan mucho miedo, ten cuidado, que todo tiene muy mala pinta. ¿No irá a haber una guerra pronto? ¿Eso es en España? Mira que me da susto que estés por la ciudad". Mi abuelo, que tiene  su cabeza muy bien a pesar de la edad, le gritó desde el otro sofá: "esta mujer está tonta, qué guerra ni que guerra, que eso no pasa nada, no te enteras de nada".  Y sabéis qué os digo, que sí se entera, vale que lo de la guerra es una exageración, pero sí se entera y se da cuenta, a pesar de sus enajenaciones por la edad, de que algo está ocurriendo en el país, y es normal que sienta ese miedo y preocupación a lo desconocido, o más bien conocido por ella, porque supongo que el miedo se le generará al recordar episodios pasados de la historia y que yo no he vivido (pongamos el ejemplo de los grises golpeando a estudiantes) pero ella sí.

En fin, que hoy yo ando igualita al cielo gris que ahora mismo cubre Sevilla, la fiesta estará por fuera, en el recinto ferial,  pero sobre mi cabeza sólo veo el nubarrón y una preocupación por el futuro que crece cada día. No puedo evitar sentirme triste y plantearme cómo vamos a salir de esto. Pero una cosa sí que sé, atentando contra los derechos de los más débiles, arrebatando el estado del bienestar con una sanidad pública y un derecho a la educación gratuita, no vamos a estar mejor, así no. Creo que se están equivocando, ese no es el camino.


lunes, 23 de abril de 2012

Vuela, volando que vuela

Un día me di cuenta que podría escribir un libro titulado Cosas que sólo me pasan a mí, constantemente. Sí, tengo una colección de anécdotas estúpidas, con un tono entre lo bochornoso y lo simpático que a ojos externos deben ser un descojone constante. Sin duda, estar cerca de mí es divertido, nunca te puedes aburrir. 

Un ejemplo es lo que me pasó recientemente, podríamos titularlo La boda de mi mejor amiga.
Las bodas son espectáculos sociales en los cuales lo único importante si te paras a pensar es la novia. Un hermoso vestido, un perfecto maquillaje, peinado. Todo gira en torno a ella. ¿Alguien se fija en el color de la corbata del novio? ¿O en el color de la camisa? Por supuesto que no. Es un día emocionante para las familias, los amigos, conocidos etc. En fin, yo me guardaré ahora mismo mi opinión personal sobre el matrimonio, porque para qué. 

A mí, sinceramente, lo único que me interesa de una boda, si yo me casase algún día quiero decir, sería el vestido. Vestirme de princesita disney pero de blanco. Porque eso tiene que llenar el lado egocéntrico que tiene todo hijo de vecino. Lo demás... bueno sí, la despedida de soltera con tus amigas, eso sí que mola, pero que a mí me la podéis organizar ya aunque no me case nunca...¿o es que no me lo merezco?

 Bueno, tal y como iba contando, era la boda de mi mejor amiga (la boda en la que mejor me lo he pasado de las últimas que he ido, pero supongo que será por la cercanía de la persona casamentera). Estuvo guay ver cómo se arreglaba, se ponía el traje, llegaba a la iglesia, la ceremonia y ese largo etcétera. Yo monísima de la muerte, bueno en verdad no tanto, porque como tenía el pie fastidiado no podía llevar tacones, así que era un tapón con pamela, básicamente. Pero bueno, cosas que pasan, una que se tropieza de la forma más estúpida.  

Salimos a la puerta de la iglesia para tirar el arroz a los novios, pero yo me retiré a una esquina no me fuesen a pisar. A estas, que Dios enfadado conmigo, no sé porqué motivo, (creo que con el tobillo ya era suficiente) hizo que se levantara viento, que se cirniera sobre mí, fuerte, rápido y se centrase en volar mi pamela. (Mira que lo pensé veces, me compro la pamela esta o no, mira que tú eres un poco desastre para estar cosas, piénsatelo, venga, y nada, pamela al canto). 

Tuve un aviso, las cosas como son, noté que se elevaba sobre mi cabeza y estuve rápida atrapándola al vuelo. Pero ese fue el primero, Dios dijo, venga más fuerte señor viento, con eso no hacemos nada, y de repente la ventolera fue mucho más fuerte. Pero esta vez, se lo tomó a pecho, mi vestido con un poquito de vuelo comenzó a levantarse, al mismo tiempo, mi amiga me lo intentaba sujetar, yo también, la pamela volaba de nuevo, la gente miraba, la gente reía, y yo roja como un tomate. La pamela, la pamela, era lo que se escuchaba en la cuesta de la iglesia. Yo abochornada, mis amigas descojonadas, y la pamela se fue posando como una mariposa dando saltitos, y se iba, se iba, era difícil cogerla hasta que se despeñó por el cercado de debajo de la iglesia, adiós, adiós pamela.

En fin, cosas que pasan, le podía haber pasado a cualquiera me decía la gente para consolarme. ¡Y un carajo! Le podía haber pasado a cualquiera pero siempre me pasan a mí.  Ya la gente comenzó a pasar, todo el mundo se reía de mí seguro, está claro. Porque la situación era para eso, yo también lo hice. Una exalumna más buena que el pan, que andaba por aquellos lares observando a los invitados, bajó al cercado y me rescató la pamela. Por suerte, no estaba demasiado fastidiada. Aunque traía de regalo una hormiga. 
El resto del día muy bien, pero traumatizada ya de por vida....bueno, en realidad  no es para tanto, sólo  fue una anécdota más. Hay que reirse de uno mismo, total, que vida más triste si uno no ríe ¿verdad?.
Y aprovecho para desearles a los novios un Feliz Matrimonio, lleno de risas, porque las sonrisas sin duda hacen la felicidad.  Así que ya sabéis, reiros, sonreid, que ser feliz es lo más importante.




miércoles, 4 de abril de 2012

Las Chapas en Santa Olalla: entre la devoción y el azar


Existe un lugar donde la Semana Santa no sólo supone la salida de los pasos y las cofradías de nazarenos. En el municipio serrano de Santa Olalla del Cala, esta semana tiene también olor a juegos de azar. Paradójicamente, existe una tradición que roza el pecado entre tanto ambiente de santidad y de culto: “el juego de las chapas”.
Las chapas, es un viejo juego de azar que la tradición ha mantenido a lo largo de los siglos en esta pequeña localidad onubense. Tiene un desarrollo bastante sencillo, y consiste en cruzar apuestas libres entre los componentes de un corro de jugadores llamados “puntos”, contra otro jugador, “la banca” que es el encargado de casarlas. Hechas las apuestas, y situados todos alrededor del corro, el banquero lanza al aire dos monedas de cobre antiguas(con la cara reluciente, y la cruz oscura para distinguir ambos lados), que al caer al suelo en el centro del corro, desvelará cuál fue la fortuna de todos los jugadores ante sus atentas miradas. Si una vez en el suelo, ambas monedas muestran sus caras, ganará la banca todas las apuestas, si por el contrario son cruces, los puntos habrán ganado una cantidad igual a la que habían apostado, y esa cantidad será pagada por la banca a cada uno de los jugadores. La banca al salir las cruces deberá ceder su puesto a un nuevo banquero. Si se diese el caso de que cada una de las monedas muestra un lado distinto ( una cara y otra cruz), la apuesta se consideraría nula, y se efectuaría un nuevo lanzamiento de monedas. Decepción, alegría, expectación…una serie de sentimientos que se entrelazan alrededor del círculo.

Las apuestas en este juego son dinerarias, pero como nos comentaba un veterano jugador de chapas, “cuenta la leyenda, que jugadores cegados por el dinero, llegaron a apostar su casa, su coche, e incluso su mujer, ¡como si ella fuera una propiedad transferible!”. Pero claro, la leyenda dista mucho de la realidad, y en los pueblos se tiende a exagerar un hecho y convertirlo en leyenda. Lo que sí es cierto, que basta acercarse a los numerosos puntos de encuentros que suelen ser los bares de la localidad, para ver fajos de billetes en el interior del corro “es la emoción de apostar 100 euros por ejemplo y salir con 300”, comentaba un chico de 25 años que acababa de ganar, pero claro está, también se da el caso de personas que han perdido grandes cantidades “otra vez será, yo llevo esperando todo el año para poder apostar, así que no me importa haber perdido” decía afligido un jugador habitual.

Del origen del juego de las chapas existen varias hipótesis: unos dicen que es un juego derivado de los juegos de apuestas que tanto amaban los soldados de las milicias medievales, para otros se tiene constancia de la existencia de juegos similares en el norte de España, derivados de costumbres celtas e íberas , los norteños, al venir a repoblar la zona de la sierra onubense, trajeron su juego con ellos ; para el sector eclesiástico el juego de las chapas tiene un claro significante religioso. Para los más religiosos, el juego de las chapas representa el pago de las 30 monedas por las que Judas vendió a Jesucristo a los Fariseos.


El juego está limitado temporalmente a la Semana Santa, lo que hace que haya una extraña mezcla en el ambiente general del pueblo: mientras unos toman la sangre de cristo en forma de vino, y toman el pan en representación de su cuerpo en la Iglesia, otros toman cervezas y sus correspondientes tapas mientras juegan a las chapas en su particular templo, el bar.
Ambos grupos, religiosos y aficionados a las chapas, comparten las mismas dudas e ilusiones, ambos llevan la esperanza y el temor a cuestas mientras rezan por salvar sus almas, los unos , y otros rezan por que la Diosa fortuna les acompañe y puedan conseguir aumentar su bolsa. Es la gloria o el infierno, frente a la cara o la cruz de la moneda. La tradición pasa de mayores a jóvenes, y las noches de semana santa, en la calle de la botellota, tal y como se conoce en el municipio, los corros de las chapas forman parte de la diversión de las generaciones más jóvenes “yo sólo he apostado un par de euros, y los he triplicado, supongo que es la emoción” explicaba una chica de unos 19 años en el botellón. Si algo es cierto, es el fervor y el seguimiento masivo que tiene este juego.

Sea como sea, el juego de las chapas se ha convertido en unos de los signos de identidad de este pueblo, que el juego haya sobrevivido tras cientos de ordenanzas municipales que lo prohibían, quiere decir algo ¿no?. Pero es que además de seña de identidad de los santaolalleros, el juego de las chapas atrae el turismo, y juega las veces de diversión popular y tradicional, y de fuerte publicidad positiva para el pueblo. De hecho , hay gente que viene expresamente en Semana Santa a jugar a las chapas, y eso genera una gran inyección económica, y eso sin duda es progreso para el pueblo. 


Mañanas, mediodías, tardes y noches de semana santa alrededor del corro de las chapas, así es Santa Olalla. Todos apurarán hasta el último día en el que se puede jugar y apostar, y muchos esperarán hasta el año próximo con devoción para poder continuar con esta tradición que se perpetuará de generación en generación y alimentará el peso de la leyenda.

Este reportaje lo escribí con mi hermano Manuel José Rodríguez Macarro. Con su permiso, lo pongo en mi blog.