Tengo el corazón oprimido. Un líquido pesado sobresale de él y me llega hasta la barriga, produciendo una sensación entre amarga y placentera. Vacío, dicen que se llama. Lo está produciendo la incertidumbre, el desasosiego de no controlar ciertos aspectos de mi vida que me gustaría tener bien atados. Pero es inútil, no puedo con todo. No consigo manipularme para que todo se quede en su debido sitio. Sin salirse de su lugar, dentro de su cajón, dobladito, sin amontonarse. Pero si me paro a pensar, bien es verdad que nunca he conseguido ser ordenada, y que sin darme cuenta todo se propaga de un sitio a otro sin sentido, es como si las cosas que me rodean tuviesen vida y quisieran encontrar su propio sitio.
Es lo que debe ocurrir con mis manos, con mis ojos, con mi alma. Cada uno trota hacia un lado sin saber bien hacia dónde dirigirse, aunque todos ellos tienen bien claro lo que quieren y desean.
Pero quien manda es la cabeza, la que ordena y distribuye. A veces se cabrea, se rebota, se indigna porque no le hacen caso y pone firme al personal en un momento, de muy mala manera y con muy malas formas. Es mucho mejor así. Después del rapapolvo todo vuelve a su sitio. O a lo que creen que es su sitio, según se mire.
Pero hoy tengo todo descontrolado, los latidos se me aceleran, no consigo centrarme ni dejar de imaginar hipotéticas vidas, hipotéticos futuros, lugares... No sé dónde estaré el año que viene. Mañana me haré una pequeña idea, pero esta jodida incertidumbre me mata, me agobia, me sobrepasa. Cuando mañana entre en las novedades de la Junta, pinche en la adjudicación y ponga mi nombre estaré sin aliento. Y salga lo que salga, ya me convertiré en otra persona, en otra vida distinta a la que llevo hasta ahora. Porque todo habrá cambiado, ese destino cambiará todo, hará que todo sea diferente. El cambio es bueno, hace que evolucionemos. Pero en este instante, en este preciso momento prefiero quedarme como estoy, pero sin la sensación de ahogo permanente. Ojalá que algún día me desprenda de esta inseguridad que tanto me abruma. Supongo que es cuestión de años, y de intentarlo.
3 comentarios:
Pues no sé, Ester, pero yo creo que esa incertidumbre es lo que te hace seguir adelante. Así que esperemos que, aunque no la pierdas nunca, se suavice, para que puedas vivir sin ese pellizco en la tripa.
profesora quiero hablar con usted importante !! omnia
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